jueves, 31 de mayo de 2012

Relatos trascendentales sobre la relación entre el poder civil y el militar

En las primeras audiencias correspondientes al microcircuito de Puesto Vasco (localidad de Don Bosco, Quilmes) y Comando de Operaciones Tácticas N°1 de San Isidro, Lidia Papaleo y Rafel Ianover dieron importantes testimonios sobre las amenazas para la venta de acciones de Papel Prensa. Alberto Liberman y Juán Destéfano también relataron y señalaron a sus torturadores.

Alberto Salomon Liberman fue ministro de obras públicas desde enero del 74 hasta el 26 de marzo de 76. Meses después fue secuestrado por la fuerza de su casa, el día 14 de mayo de 1977 y llevado a lo que luego supo que fue el Comando de Operaciones Tácticas N°1 Martínez, “allí fui interrogado y torturado”. Eran más de 30 personas detenidas y Alberto recuerda a otro cautivo que compartió su circuito, el Dr. Miralles, también a “un muchacho que era levantador de apuestas”, tres hermanos de apellido Jacarino y el Dr. Cobich. “También escuchamos que estaba un periodista, el director del Cronista Comercial”, contó. La tortura allí era, básicamente, la picana eléctrica, “me preguntaban cosas relacionadas con la gestión, cosas que no tenían sentido”.

“La celda en la que estábamos nosotros tenia 4 por 4 como máximo, llegamos a ser 15, 16 personas, un techo de chapa con goteras…casi nos ahogamos, el 25 de mayo llovía por todos lados… condiciones precarias, un colchón y una manta para cinco”, describió.

A principios del mes de Junio fue trasladado a otro lugar, que era el Puesto Vasco, “ahí estaba Miguel Delsoro en una celda individual, se agregó Nazar, Boin, y desde antes que nosotros estaba Jacobo Timerman, y otros”. También conoció allí al cura Christian Von Wernich. Allí no fue torturado ni interrogado. De ahí fue llevado al Pozo de Arana por diez o quince días, donde les hicieron dos simulacros de fusilamiento. “Recuerdo que se escuchaban gritos, ruido de disparos, y olor a quema de neumáticos que el comentario era para disimular el olor a carne humana quemada que era muy peculiar”.

Luego nuevamente a Puesto Vasco, hasta octubre del 77, “me acuerdo la fecha porque decían que ese día se había incendiado el Teatro Argentino”. Su próximo centro clandestino fue la Comisaría de Monte Grande, donde perduró hasta Agosto del 78. “El día 23 nos dijeron que habían hecho una investigación, que éramos gente de bien, que nos iban a soltar”, los dejaron finalmente cerca de la estación de trenes de Burzaco.

Ante las preguntas del Tribunal y de las partes Liberman dijo que: “quien manejaba el Coti Martínez se hacía llamar Zaracho, quien manejaba la investigación, Trimarco”

“Estaba con Héctor Magnetto, y nunca me voy a olvidar sus amenazas de muerte”

Lidia Elba Papaleo de Graiver se sentó al estrado pasadas las once del mediodía y los flashes comenzaron a sonar reflejando que el testimonio que se escucharía no sería uno más. El presidente del Tribunal Carlos Rozansky hizo la introducción legal de siempre y realizó él mismo la primer pregunta a la mujer: si había estado detenida durante la última dictadura.

“Yo fui privada de mi libertad el 14 de Marzo de 1977”, comenzó Papaleo. Lo central de este testimonio, que también va a ser calificado como “Caso”, es su esposo David Graiver quien siendo un empresario argentino con más de 36 empresas en todo el mundo, murió tras la caída del avión en que viajaba el 6 de Agosto de 1976; “fue un accidente provocado, según pienso yo”, sentenció la mujer, y relató que, a raíz de quedarse viuda y con todo lo que ello llevaba, decidió a los 40 días volver a Argentina junto a su hija de 2 años.

“Recibimos todo tipo de sugerencias y amenazas, personales o en grupos, telefónicas o en persona, gente que trabajaba con mi marido, que me decían cómo tenía que actuar… yo ya sabía que tenía que vender todas las acciones”, dijo; y agregó que algunos empresarios le transmitieron una orden del gobierno de facto de que tenía que venderlas a personas argentinas que no sean judías.

Lidia era psicóloga y vivía en México junto a su pequeña bebé, mientras que el empresario vivía los días de semana en Nueva York y los fines de semana iba con su familia. El día que el avión cayó provocando su muerte, sus padres y su hermano estaban de visita en Acapulco, México. “Nos encontrábamos toda la familia”, explicó.

“El avión no sólo iba sobrevolado, a demasiada altura, sino que también tenía el altímetro roto, si los pilotos hubieran usado el altímetro manual, no hubiese habido accidente”.

Relató que, un mes antes, un amigo de Graiver llamado Gabriel Alarcón le dijo durante el almuerzo de un domingo familiar que debía vender Papel Prensa, porque le iba a costar la vida, “yo en ese momento todavía ni sabía lo que era Papel Prensa”, dijo y explico que ella no se metía en los negocios. Ya en Buenos Aires, Papaleo comenzó a reunirse en la oficina de Suipacha y Santa Fe para comenzar a ceder acciones, “la gente no me conocía como parte de la empresa, nunca había estado vinculada”.

Respecto a las amenazas recordó que le envió una carta al presidente Videla para entrevistarse con él y contarle, y agregó que incluso recibía amenazas sobre su pequeña hija; en ese momento Papaleo se tuvo que hacer un silencio y tomar un trago de agua para seguir relatando.

Sobre la cuestión de la empresa Papel Prensa, dijo que ella tuvo que interceder porque una parte del legado le había quedado a la beba, la cual ella tenía la Patria Potestad. Relató entonces que fue llevada a una reunión que se realizó por la noche en el diario La Nación, en Noviembre del 76.“Nosotros veníamos muy mal, muy asustados, sobre todo por el desconocimiento de vernos envueltos en una cosa de esa magnitud y además porque quien podía manejar ello con mejor capacidad era Jorge Rubinstein”. Rubinstein, mano derecha de Graiver, había tenido una operación “a corazón abierto”, y en ese momento estaba internado “con todos los huesos rotos, por un accidente también provocado, cuando venía en remis para La Plata”.  Además, al momento de esa reunión su hermano Osvaldo Papaleo ya estaba secuestrado en la “vieja cárcel de Devoto”.

“Llegamos. Era un lugar muy amplio, pero estábamos todos separados: los padres de David estaban en un lugar, Ianover (testaferro) en otro, yo estaba con Héctor Magnetto”, describió la extraña situación física del lugar y remató: “recuerdo sus amenazas de muerte, nunca me voy a olvidar de su mirada… ´vendan o pierde la vida usted y su hija´ me decía y me explicaba que no había opción que no se vendiera”, dijo Lidia para concentrar todo el silencio en la sala. “Sólo hablé con él ese día”.

Finalmente la firma fue hecha y el tramite culminado el 9 de Marzo del 77. Cinco días después Papaleo fue secuestrada y trasladada al “Puesto Vasco” en la localidad de Don Bosco, Quilmes; “me torturaron desde el primer día que llegué”, dijo para empezar a contar su cautiverio. Algunos días después fue llevado al lugar Jorge Rubinstein, “siempre escuchábamos cuando alguien iba a ser torturado, por sus gritos; cuando le tocó a él escuchamos el ruido de un cuerpo que se cae al piso y es arrastrado”, relató. Rubinstein había muerto en la tortura de Puesto Vasco. También había sido secuestrado y torturado, una semana antes que Papaleo, Juan Graiver, el padre del empresario.

Luego de un par de días en Puesto Vasco, Papaleo describió que “fui teniendo quemaduras en el abdomen, los genitales y los pechos por la tortura”; según relató, la sala para la picana era en una cocina, donde había un elástico, una ventana, un auto afuera, donde se conectaba a la batería…

Además contó que sólo tenía contacto con dos personas: un militar de apellido Rojas y con  Norberto Cozzani, uno de los acusados en este juicio, que estaba mirándola atentamente sentado a 2 metros detrás. También relató que cada tanto “venia un señor que era flaquito, rubio, con anteojos, que me tomaba una nueva declaración, llamaba a alguna de estas personas y les contaba, y sino coincida yo sabía que esa noche nuevamente había tortura”. El mismísimo Cozzani la torturaba, “él mantenía un rol de extrema violencia todo el tiempo”, describió.

Desde el 14 de Marzo hasta semana santa estuvo allí y luego fue  trasladada a un segundo lugar que quedaba por el Camino Negro. “Al primer día sacan a una mujer de la celda y la hacen parir en el pasillo, nunca pude recordar su nombre”. Así comenzó la estadía en su segundo centro de detención, junto a otras personas que estaban vinculadas con el “Caso Graiver”. De ahí fue a una Comisaría, de donde la pasan a buscar y la llevan a una reunión en La Plata.

“Aparezco en un semicírculo donde estaba Jacobo Timerman, todo torturado y vendado, un escribano que no estaba detenido de apellido Matheu”, y algunas otras personas, con las que la llevaron a un departamento donde Papaleo había dicho que estaban las acciones del diario La Opinión. “Era en la casa de la familia Sager, era de noche y de ahí salimos con las acciones”, relató, y agregó que después le destruyeron la casa a esa familia. “Estaba Cozzani ahí, me acuerdo porque tenía una habilidad, abrir las Coca Cola con una pistola”. En ese momento fue que se encontró con el Coronel Ramón Camps quien estaba muy agradecido por haberle señalado el lugar, y le concedió “lo que quiera”; Papaleo sólo pidió el documento de su hija, y poder ver a su hermano detenido.

Finalmente volvieron a la comisaría donde Lidia comenzó a recomponerse de las heridas y fue trasladada al Departamento de Policía de Buenos Aires, en la Capital Federal. “Después de un tiempo me permitieron que nos visiten la familia, nuestros abogados, mi hija”. Allí también estaba Timerman. En Junio la llevan a la cárcel de Devoto, hasta Diciembre que va a “una cárcel que ahora está cerrada y es un museo de memoria en San Telmo”, hasta el 5 de Junio donde es trasladada a la cárcel de Ezeiza un tiempo y vuelta a Devoto. Entre traslados y traslados salió en libertad el 24 de Junio de 1982.

Ante las preguntas de las partes Papaleo relató que mientras ella estaba detenida una fuerza militar había ido a su casa, que quedaba en un segundo piso y “pusieron dos camiones de culatas frente a la ventana, y se llevaron todo”. Finalmente un Coronel dejó a sus padres volver a vivir ahí.

En otro momento de la audiencia, ante una pregunta de la Fiscalía acerca de las consecuencia que le habían traído las torturas, Papaleo y Rozanzky decidieron dejarla para después, cuando se retire el público y la prensa, pero adelantó que por la tortura le había agarrado un tumor cerebral, y al irse a diagnosticar y operar a un Instituto le dijeron que se había dislocado los cuatro miembros, por lo menos cuatro veces cada uno, “a veces durante la tortura uno esta atado de pies y de manos pero la desesperación de dolor hace que uno se mueva desesperadamente”, explicó.
Una conspiración para quedarse con la información

Rafael Ianover es un hombre de tercera edad, habla de manera muy clara y tranquila, parece un hombre muy culto. Se maneja un poco encorvado con la ayuda de un bastón, y tiene una relativa sordera. Sentado en el estrado frente al presidente del Tribunal comenzó diciendo que él ya sabía que lo iban a secuestrar, “en esa época se comentaba en Buenos Aires lo que estaba sucediendo y muchos amigos me avisaban que me iba a secuestrar, y me recomendaban que me vaya del país”.

Antes de llegar al día de su secuestro es fundamental pensar en el punto de inflexión que significó la reunión del día 2 de Noviembre de 1976 en el edificio del Diario La Nación.

Habría que trasladarse algunos años más atrás en el tiempo para explicar la composición de la Empresa Fapel, cuyo dueño era David Graiver pero tenía como testaferro algunas acciones a nombre de Ianover, esta empresa era el principal accionista de la planta Papel Prensa.

“Mientras fui vicepresidente de Papel Prensa existió el proyecto de construir una segunda planta, después por problemas financieros hubo que desistir del proyecto”, comenzó muy tranquilamente a explicar este contador público octogenario. “El grupo privado  (Fapel) tenia 26% de acciones clase A, el Estado tenia el 25% de acciones clase B, entre los dos manejaban la empresa; después estaban las acciones clase C para que se suscribieran los diarios que quisieran, las acciones clase D eran para contratistas y las clase E para el público en general”.

Lo central de esta explicación es que, según relató Ianover, el Estado nunca abonaba los aportes que debía, a la par que el grupo privado, y los diarios tampoco se suscribían sus bonos clase C, por lo cual Fapel tuvo que pedir préstamos. “En el 76 la planta no estaba terminada, tenía un %80 de construcción”, aclaró.

La primer cesión de acciones de Papel Prensa fueron las que poseían Ianover como testaferro y el resto de la familia Graiver (sus padres y su hija de 3 años) como herencia tras la muerte del empresario, y fueron  dadas a la empresa Fapel. “Años mas tarde yo me di cuenta que la firma Fapel era un sello de goma por que estaba constituido con el mínimo de capital que era 12.000 pesos, no estaba en condiciones de pagar un paquete accionario como papel prensa”. Intentó explicar.

La cuestión es que para que los accionistas de Graiver cedieran sus acciones se debió ejercer en ellos una profunda presión. Como ya lo había relatado horas antes Lidia Papaleo, tras la muerte de David Graiver, y todas las amenazas que prosiguieron, su familia había decidido vender todas las acciones; tal era la voluntad de la familia, tal fue el compromiso que debió sostener Ianover como testaferro, sin ser dueño de ningún capital de esas acciones, “yo solo era el custodio de esas acciones, y sabía que la familia quería venderlas”.

Pero además, tras las sugestiones y amenazas recibidas, Ianover tuvo un intermediario para este traspaso; se trató de Patricio Peralta Ramos, un conocido del diario La Nación. “Él me dio su palabra de honor de que si yo firmaba el traspaso de las acciones, nada me iba a suceder a mí ni a mi familia”. Ianover estaba atemorizado. El respeto de la palabra fue traicionada.

La Reunión en el diario La Nación se realizó el 2 de Noviembre de 1976. “No puede ser que el comprador hiciera firmar por separado a los vendedores, lo cual demuestra que se hizo bajo presión”, relató tras describir que los vendedores no se encontraron entre sí.”Yo ni leí el convenio por lo atemorizado que estaba” Había allí una cláusula donde Papel Prensa podía transferir a cualquier empresa, después Ianover se enteró que Papel Prensa había cedido la titularidad de las acciones a Clarín, La Nación y La Razón.

“Fue una estrategia de los tres diarios para poder acceder a la empresa. Ya en varias oportunidades el Dr. Magneto dijo que quien produce papel para diario maneja la información. Por ello no podían permitir que un grupo privado judío manejara la información”, remató.

A pesar de la “palabra empeñada”, el 12 de abril un grupo de tareas secuestró a Ianover de su casa. “Me llevaron a una comisaría de Banfield o de Lomas de Zamora, me atan las manos y me tabican”. Al día siguiente lo llevaron a otro lugar, “no se si es Puesto Vasco o Banfield”, y allí lo interrogaron, le hicieron escuchar el sonido de un discurso de Firmenich.

Fue trasladado luego durante 16 meses al Departamento de Policía de Buenos Aires, donde estuvo con Timerman y donde, según relató, a veces comía con los propios policías, “teníamos una relación cordial”. En Agosto fue puesto a disposición de un Consejo de Guerra, pero a pesar de ser dictaminado en libertad, se encontraba a disposición del Poder Ejecutivo y así, tuvo que estar un año más.Finalmente salió en Agosto del 77 y tuvo un año más en libertad vigilada.

Señalan a Cozzani, Etchecolaz y Tarella como torturadores

Juan Destéfano, al final de la audiencia del martes 29 de Mayo, relató que fue detenido en la Capital Federal en Agosto del 76. Estuvo en el Primer cuerpo del Ejército y luego en la Unidad 9 de La Plata, donde “muchísimas veces fui sacado muy violentamente y trasladado al Puesto Vasco”. En la sala de torturas de este lugar habían puesto un cartel que decía “Sala de Operaciones”.

Luego fue a parar a Coti Martínez, donde fue torturado por primera vez por Norberto Cozzani, por Miguel Etchecolatz y por Amilcar Tarella, en reiteradas oportunidades.

“De ahí era llevado a la Unidad 9 para recuperarme, andaba con zapatos sin talones porque tenía los pies quemados por la tortura”. “Un día Echecolatz me trasladó de Unidad 9 sin venda y me dijo no culpes a nadie en la tortura el que tortura soy yo´”.

Después fue llevado al Pozo de Arana: “yo he leído mucho de campos de concentración, puesto Arana debe estar en uno de los lugares mas siniestros del mundo…ahí se ensañó conmigo Beto Cozzani, y también vi. a Etchecolaz y a Tarella”.

“Son estos señores torturadores, asesinos, pareciera que no hubiesen tenido familia, porque yo creo que es imposible volver a besar a un hijo después de torturar…no hay nada peor que un señor desnudo atado en una cama recibiendo tortura”

Guardó un capítulo aparte para mencionar al rol de los médicos: “Por respeto a los médicos, a este no hay que decirle mas medico, hay que decirle asesino. Yo estaba en puesto arana y el revisaba el corazón de unos detenidos para ver si se podía torturar, el dijo ´a este dale con todo que tiene una chapa´… es famosísimo, trabajaba en el hospital de Wilde…lo pude reconocer. Es Bergés”, disparó.
Recordó que en Puesto Vasco no fue torturado porque conocía al jefe a cargo, Darío Rojas, ya fallecido; allí estuvo con Timerman, con Osvaldo Papaleo, y muchos más del gabinete de la Provincia de Buenos Aires (él era Secretario de Gobierno). Con respecto al “infierno” de Arana, relató que el jefe de este lugar era Miguel Kearney. Finalmente, un día vino Ramón Camps y dijo ´se terminó, llévenlo a Puesto Vasco, llévenlo a la cárcel y no se tortura más".

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