jueves, 31 de mayo de 2012

Relatos trascendentales sobre la relación entre el poder civil y el militar

En las primeras audiencias correspondientes al microcircuito de Puesto Vasco (localidad de Don Bosco, Quilmes) y Comando de Operaciones Tácticas N°1 de San Isidro, Lidia Papaleo y Rafel Ianover dieron importantes testimonios sobre las amenazas para la venta de acciones de Papel Prensa. Alberto Liberman y Juán Destéfano también relataron y señalaron a sus torturadores.

Alberto Salomon Liberman fue ministro de obras públicas desde enero del 74 hasta el 26 de marzo de 76. Meses después fue secuestrado por la fuerza de su casa, el día 14 de mayo de 1977 y llevado a lo que luego supo que fue el Comando de Operaciones Tácticas N°1 Martínez, “allí fui interrogado y torturado”. Eran más de 30 personas detenidas y Alberto recuerda a otro cautivo que compartió su circuito, el Dr. Miralles, también a “un muchacho que era levantador de apuestas”, tres hermanos de apellido Jacarino y el Dr. Cobich. “También escuchamos que estaba un periodista, el director del Cronista Comercial”, contó. La tortura allí era, básicamente, la picana eléctrica, “me preguntaban cosas relacionadas con la gestión, cosas que no tenían sentido”.

“La celda en la que estábamos nosotros tenia 4 por 4 como máximo, llegamos a ser 15, 16 personas, un techo de chapa con goteras…casi nos ahogamos, el 25 de mayo llovía por todos lados… condiciones precarias, un colchón y una manta para cinco”, describió.

A principios del mes de Junio fue trasladado a otro lugar, que era el Puesto Vasco, “ahí estaba Miguel Delsoro en una celda individual, se agregó Nazar, Boin, y desde antes que nosotros estaba Jacobo Timerman, y otros”. También conoció allí al cura Christian Von Wernich. Allí no fue torturado ni interrogado. De ahí fue llevado al Pozo de Arana por diez o quince días, donde les hicieron dos simulacros de fusilamiento. “Recuerdo que se escuchaban gritos, ruido de disparos, y olor a quema de neumáticos que el comentario era para disimular el olor a carne humana quemada que era muy peculiar”.

Luego nuevamente a Puesto Vasco, hasta octubre del 77, “me acuerdo la fecha porque decían que ese día se había incendiado el Teatro Argentino”. Su próximo centro clandestino fue la Comisaría de Monte Grande, donde perduró hasta Agosto del 78. “El día 23 nos dijeron que habían hecho una investigación, que éramos gente de bien, que nos iban a soltar”, los dejaron finalmente cerca de la estación de trenes de Burzaco.

Ante las preguntas del Tribunal y de las partes Liberman dijo que: “quien manejaba el Coti Martínez se hacía llamar Zaracho, quien manejaba la investigación, Trimarco”

“Estaba con Héctor Magnetto, y nunca me voy a olvidar sus amenazas de muerte”

Lidia Elba Papaleo de Graiver se sentó al estrado pasadas las once del mediodía y los flashes comenzaron a sonar reflejando que el testimonio que se escucharía no sería uno más. El presidente del Tribunal Carlos Rozansky hizo la introducción legal de siempre y realizó él mismo la primer pregunta a la mujer: si había estado detenida durante la última dictadura.

“Yo fui privada de mi libertad el 14 de Marzo de 1977”, comenzó Papaleo. Lo central de este testimonio, que también va a ser calificado como “Caso”, es su esposo David Graiver quien siendo un empresario argentino con más de 36 empresas en todo el mundo, murió tras la caída del avión en que viajaba el 6 de Agosto de 1976; “fue un accidente provocado, según pienso yo”, sentenció la mujer, y relató que, a raíz de quedarse viuda y con todo lo que ello llevaba, decidió a los 40 días volver a Argentina junto a su hija de 2 años.

“Recibimos todo tipo de sugerencias y amenazas, personales o en grupos, telefónicas o en persona, gente que trabajaba con mi marido, que me decían cómo tenía que actuar… yo ya sabía que tenía que vender todas las acciones”, dijo; y agregó que algunos empresarios le transmitieron una orden del gobierno de facto de que tenía que venderlas a personas argentinas que no sean judías.

Lidia era psicóloga y vivía en México junto a su pequeña bebé, mientras que el empresario vivía los días de semana en Nueva York y los fines de semana iba con su familia. El día que el avión cayó provocando su muerte, sus padres y su hermano estaban de visita en Acapulco, México. “Nos encontrábamos toda la familia”, explicó.

“El avión no sólo iba sobrevolado, a demasiada altura, sino que también tenía el altímetro roto, si los pilotos hubieran usado el altímetro manual, no hubiese habido accidente”.

Relató que, un mes antes, un amigo de Graiver llamado Gabriel Alarcón le dijo durante el almuerzo de un domingo familiar que debía vender Papel Prensa, porque le iba a costar la vida, “yo en ese momento todavía ni sabía lo que era Papel Prensa”, dijo y explico que ella no se metía en los negocios. Ya en Buenos Aires, Papaleo comenzó a reunirse en la oficina de Suipacha y Santa Fe para comenzar a ceder acciones, “la gente no me conocía como parte de la empresa, nunca había estado vinculada”.

Respecto a las amenazas recordó que le envió una carta al presidente Videla para entrevistarse con él y contarle, y agregó que incluso recibía amenazas sobre su pequeña hija; en ese momento Papaleo se tuvo que hacer un silencio y tomar un trago de agua para seguir relatando.

Sobre la cuestión de la empresa Papel Prensa, dijo que ella tuvo que interceder porque una parte del legado le había quedado a la beba, la cual ella tenía la Patria Potestad. Relató entonces que fue llevada a una reunión que se realizó por la noche en el diario La Nación, en Noviembre del 76.“Nosotros veníamos muy mal, muy asustados, sobre todo por el desconocimiento de vernos envueltos en una cosa de esa magnitud y además porque quien podía manejar ello con mejor capacidad era Jorge Rubinstein”. Rubinstein, mano derecha de Graiver, había tenido una operación “a corazón abierto”, y en ese momento estaba internado “con todos los huesos rotos, por un accidente también provocado, cuando venía en remis para La Plata”.  Además, al momento de esa reunión su hermano Osvaldo Papaleo ya estaba secuestrado en la “vieja cárcel de Devoto”.

“Llegamos. Era un lugar muy amplio, pero estábamos todos separados: los padres de David estaban en un lugar, Ianover (testaferro) en otro, yo estaba con Héctor Magnetto”, describió la extraña situación física del lugar y remató: “recuerdo sus amenazas de muerte, nunca me voy a olvidar de su mirada… ´vendan o pierde la vida usted y su hija´ me decía y me explicaba que no había opción que no se vendiera”, dijo Lidia para concentrar todo el silencio en la sala. “Sólo hablé con él ese día”.

Finalmente la firma fue hecha y el tramite culminado el 9 de Marzo del 77. Cinco días después Papaleo fue secuestrada y trasladada al “Puesto Vasco” en la localidad de Don Bosco, Quilmes; “me torturaron desde el primer día que llegué”, dijo para empezar a contar su cautiverio. Algunos días después fue llevado al lugar Jorge Rubinstein, “siempre escuchábamos cuando alguien iba a ser torturado, por sus gritos; cuando le tocó a él escuchamos el ruido de un cuerpo que se cae al piso y es arrastrado”, relató. Rubinstein había muerto en la tortura de Puesto Vasco. También había sido secuestrado y torturado, una semana antes que Papaleo, Juan Graiver, el padre del empresario.

Luego de un par de días en Puesto Vasco, Papaleo describió que “fui teniendo quemaduras en el abdomen, los genitales y los pechos por la tortura”; según relató, la sala para la picana era en una cocina, donde había un elástico, una ventana, un auto afuera, donde se conectaba a la batería…

Además contó que sólo tenía contacto con dos personas: un militar de apellido Rojas y con  Norberto Cozzani, uno de los acusados en este juicio, que estaba mirándola atentamente sentado a 2 metros detrás. También relató que cada tanto “venia un señor que era flaquito, rubio, con anteojos, que me tomaba una nueva declaración, llamaba a alguna de estas personas y les contaba, y sino coincida yo sabía que esa noche nuevamente había tortura”. El mismísimo Cozzani la torturaba, “él mantenía un rol de extrema violencia todo el tiempo”, describió.

Desde el 14 de Marzo hasta semana santa estuvo allí y luego fue  trasladada a un segundo lugar que quedaba por el Camino Negro. “Al primer día sacan a una mujer de la celda y la hacen parir en el pasillo, nunca pude recordar su nombre”. Así comenzó la estadía en su segundo centro de detención, junto a otras personas que estaban vinculadas con el “Caso Graiver”. De ahí fue a una Comisaría, de donde la pasan a buscar y la llevan a una reunión en La Plata.

“Aparezco en un semicírculo donde estaba Jacobo Timerman, todo torturado y vendado, un escribano que no estaba detenido de apellido Matheu”, y algunas otras personas, con las que la llevaron a un departamento donde Papaleo había dicho que estaban las acciones del diario La Opinión. “Era en la casa de la familia Sager, era de noche y de ahí salimos con las acciones”, relató, y agregó que después le destruyeron la casa a esa familia. “Estaba Cozzani ahí, me acuerdo porque tenía una habilidad, abrir las Coca Cola con una pistola”. En ese momento fue que se encontró con el Coronel Ramón Camps quien estaba muy agradecido por haberle señalado el lugar, y le concedió “lo que quiera”; Papaleo sólo pidió el documento de su hija, y poder ver a su hermano detenido.

Finalmente volvieron a la comisaría donde Lidia comenzó a recomponerse de las heridas y fue trasladada al Departamento de Policía de Buenos Aires, en la Capital Federal. “Después de un tiempo me permitieron que nos visiten la familia, nuestros abogados, mi hija”. Allí también estaba Timerman. En Junio la llevan a la cárcel de Devoto, hasta Diciembre que va a “una cárcel que ahora está cerrada y es un museo de memoria en San Telmo”, hasta el 5 de Junio donde es trasladada a la cárcel de Ezeiza un tiempo y vuelta a Devoto. Entre traslados y traslados salió en libertad el 24 de Junio de 1982.

Ante las preguntas de las partes Papaleo relató que mientras ella estaba detenida una fuerza militar había ido a su casa, que quedaba en un segundo piso y “pusieron dos camiones de culatas frente a la ventana, y se llevaron todo”. Finalmente un Coronel dejó a sus padres volver a vivir ahí.

En otro momento de la audiencia, ante una pregunta de la Fiscalía acerca de las consecuencia que le habían traído las torturas, Papaleo y Rozanzky decidieron dejarla para después, cuando se retire el público y la prensa, pero adelantó que por la tortura le había agarrado un tumor cerebral, y al irse a diagnosticar y operar a un Instituto le dijeron que se había dislocado los cuatro miembros, por lo menos cuatro veces cada uno, “a veces durante la tortura uno esta atado de pies y de manos pero la desesperación de dolor hace que uno se mueva desesperadamente”, explicó.
Una conspiración para quedarse con la información

Rafael Ianover es un hombre de tercera edad, habla de manera muy clara y tranquila, parece un hombre muy culto. Se maneja un poco encorvado con la ayuda de un bastón, y tiene una relativa sordera. Sentado en el estrado frente al presidente del Tribunal comenzó diciendo que él ya sabía que lo iban a secuestrar, “en esa época se comentaba en Buenos Aires lo que estaba sucediendo y muchos amigos me avisaban que me iba a secuestrar, y me recomendaban que me vaya del país”.

Antes de llegar al día de su secuestro es fundamental pensar en el punto de inflexión que significó la reunión del día 2 de Noviembre de 1976 en el edificio del Diario La Nación.

Habría que trasladarse algunos años más atrás en el tiempo para explicar la composición de la Empresa Fapel, cuyo dueño era David Graiver pero tenía como testaferro algunas acciones a nombre de Ianover, esta empresa era el principal accionista de la planta Papel Prensa.

“Mientras fui vicepresidente de Papel Prensa existió el proyecto de construir una segunda planta, después por problemas financieros hubo que desistir del proyecto”, comenzó muy tranquilamente a explicar este contador público octogenario. “El grupo privado  (Fapel) tenia 26% de acciones clase A, el Estado tenia el 25% de acciones clase B, entre los dos manejaban la empresa; después estaban las acciones clase C para que se suscribieran los diarios que quisieran, las acciones clase D eran para contratistas y las clase E para el público en general”.

Lo central de esta explicación es que, según relató Ianover, el Estado nunca abonaba los aportes que debía, a la par que el grupo privado, y los diarios tampoco se suscribían sus bonos clase C, por lo cual Fapel tuvo que pedir préstamos. “En el 76 la planta no estaba terminada, tenía un %80 de construcción”, aclaró.

La primer cesión de acciones de Papel Prensa fueron las que poseían Ianover como testaferro y el resto de la familia Graiver (sus padres y su hija de 3 años) como herencia tras la muerte del empresario, y fueron  dadas a la empresa Fapel. “Años mas tarde yo me di cuenta que la firma Fapel era un sello de goma por que estaba constituido con el mínimo de capital que era 12.000 pesos, no estaba en condiciones de pagar un paquete accionario como papel prensa”. Intentó explicar.

La cuestión es que para que los accionistas de Graiver cedieran sus acciones se debió ejercer en ellos una profunda presión. Como ya lo había relatado horas antes Lidia Papaleo, tras la muerte de David Graiver, y todas las amenazas que prosiguieron, su familia había decidido vender todas las acciones; tal era la voluntad de la familia, tal fue el compromiso que debió sostener Ianover como testaferro, sin ser dueño de ningún capital de esas acciones, “yo solo era el custodio de esas acciones, y sabía que la familia quería venderlas”.

Pero además, tras las sugestiones y amenazas recibidas, Ianover tuvo un intermediario para este traspaso; se trató de Patricio Peralta Ramos, un conocido del diario La Nación. “Él me dio su palabra de honor de que si yo firmaba el traspaso de las acciones, nada me iba a suceder a mí ni a mi familia”. Ianover estaba atemorizado. El respeto de la palabra fue traicionada.

La Reunión en el diario La Nación se realizó el 2 de Noviembre de 1976. “No puede ser que el comprador hiciera firmar por separado a los vendedores, lo cual demuestra que se hizo bajo presión”, relató tras describir que los vendedores no se encontraron entre sí.”Yo ni leí el convenio por lo atemorizado que estaba” Había allí una cláusula donde Papel Prensa podía transferir a cualquier empresa, después Ianover se enteró que Papel Prensa había cedido la titularidad de las acciones a Clarín, La Nación y La Razón.

“Fue una estrategia de los tres diarios para poder acceder a la empresa. Ya en varias oportunidades el Dr. Magneto dijo que quien produce papel para diario maneja la información. Por ello no podían permitir que un grupo privado judío manejara la información”, remató.

A pesar de la “palabra empeñada”, el 12 de abril un grupo de tareas secuestró a Ianover de su casa. “Me llevaron a una comisaría de Banfield o de Lomas de Zamora, me atan las manos y me tabican”. Al día siguiente lo llevaron a otro lugar, “no se si es Puesto Vasco o Banfield”, y allí lo interrogaron, le hicieron escuchar el sonido de un discurso de Firmenich.

Fue trasladado luego durante 16 meses al Departamento de Policía de Buenos Aires, donde estuvo con Timerman y donde, según relató, a veces comía con los propios policías, “teníamos una relación cordial”. En Agosto fue puesto a disposición de un Consejo de Guerra, pero a pesar de ser dictaminado en libertad, se encontraba a disposición del Poder Ejecutivo y así, tuvo que estar un año más.Finalmente salió en Agosto del 77 y tuvo un año más en libertad vigilada.

Señalan a Cozzani, Etchecolaz y Tarella como torturadores

Juan Destéfano, al final de la audiencia del martes 29 de Mayo, relató que fue detenido en la Capital Federal en Agosto del 76. Estuvo en el Primer cuerpo del Ejército y luego en la Unidad 9 de La Plata, donde “muchísimas veces fui sacado muy violentamente y trasladado al Puesto Vasco”. En la sala de torturas de este lugar habían puesto un cartel que decía “Sala de Operaciones”.

Luego fue a parar a Coti Martínez, donde fue torturado por primera vez por Norberto Cozzani, por Miguel Etchecolatz y por Amilcar Tarella, en reiteradas oportunidades.

“De ahí era llevado a la Unidad 9 para recuperarme, andaba con zapatos sin talones porque tenía los pies quemados por la tortura”. “Un día Echecolatz me trasladó de Unidad 9 sin venda y me dijo no culpes a nadie en la tortura el que tortura soy yo´”.

Después fue llevado al Pozo de Arana: “yo he leído mucho de campos de concentración, puesto Arana debe estar en uno de los lugares mas siniestros del mundo…ahí se ensañó conmigo Beto Cozzani, y también vi. a Etchecolaz y a Tarella”.

“Son estos señores torturadores, asesinos, pareciera que no hubiesen tenido familia, porque yo creo que es imposible volver a besar a un hijo después de torturar…no hay nada peor que un señor desnudo atado en una cama recibiendo tortura”

Guardó un capítulo aparte para mencionar al rol de los médicos: “Por respeto a los médicos, a este no hay que decirle mas medico, hay que decirle asesino. Yo estaba en puesto arana y el revisaba el corazón de unos detenidos para ver si se podía torturar, el dijo ´a este dale con todo que tiene una chapa´… es famosísimo, trabajaba en el hospital de Wilde…lo pude reconocer. Es Bergés”, disparó.
Recordó que en Puesto Vasco no fue torturado porque conocía al jefe a cargo, Darío Rojas, ya fallecido; allí estuvo con Timerman, con Osvaldo Papaleo, y muchos más del gabinete de la Provincia de Buenos Aires (él era Secretario de Gobierno). Con respecto al “infierno” de Arana, relató que el jefe de este lugar era Miguel Kearney. Finalmente, un día vino Ramón Camps y dijo ´se terminó, llévenlo a Puesto Vasco, llévenlo a la cárcel y no se tortura más".

martes, 29 de mayo de 2012

Lidia Papaleo declaró sobre su secuestro en Puesto Vasco y Papel Prensa

“Me sacaron seis años de vida”

La viuda de David Graiver habló sobre las torturas que sufrió durante su detención ilegal y aseguró que cree que la razón de su secuestro fue el traspaso de las acciones de Papel Prensa.

“Desde el primer día que llegué a Puesto Vasco me torturaron y maltrataron más que a nadie.” Lidia Papaleo, viuda de David Graiver, relató ayer ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata su estadía en ese centro clandestino de detención. Papaleo reconstruyó las circunstancias en las que fue secuestrada en 1977, puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional de facto y liberada recién en 1982. “Me amputaron seis años de vida y seis años de la vida de mi hija”, aseguró emocionada. Durante su testimonio, la mujer narró las condiciones en las que traspasó las acciones de la empresa Papel Prensa a los diarios La Nación y Clarín, en plena dictadura militar. E interpretó ese hecho como la razón de los delitos que los represores cometieron en su contra.

Citada en calidad de víctima de torturas y privación ilegítima de la libertad, la mujer comenzó su declaración ante el TOF 1 platense que sigue el juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos del llamado Circuito Camps con el relato sobre el traspaso del control de la papelera Papel Prensa.

“En el edificio del diario La Nación (el CEO del Grupo Clarín, Héctor), Magnetto me amenazó a mí y a mi hija (María Sol Graiver); me dijo que no había opción que (no fuera) vender Papel Prensa o perdíamos la vida mi hija y yo”, disparó. Tras conocerse públicamente el testimonio de Papaleo, los abogados de Magnetto advirtieron que “la señora se encuentra demandada por calumnias e injurias por declaraciones de este mismo tenor, teniendo ella, por lo tanto –según su interpretación– un interés procesal concreto al realizarlas”.

Papaleo dijo que su esposo y dueño de la empresa, David Graiver, murió “en un accidente provocado” el 7 de agosto de 1976, cuando ella y la niña se encontraban en México. Con su muerte, el control de Papel Prensa pasó a manos de la mujer. “Regresamos a la Argentina el 6 de septiembre de 1976 y a partir de ahí recibimos amenazas telefónicas y personales, de todo tipo, donde nos decían que teníamos que vender Papel Prensa y que teníamos que vender las empresas a personas argentinas y que no fueran judías”, destacó.

Luego de hacer algunas menciones a consejos que habría recibido Graiver antes de morir, y que apuntaban a la peligrosidad de la propiedad de Papel Prensa, la viuda del creador de la compañía contó que la noche del 2 de noviembre de 1976 fue citada a las oficinas del diario La Nación, junto a los padres y el hermano de David Graiver. “Era un salón grande, por un lado estaban los padres de David; por otro lado, Isidoro; unos estaban reunidos con Bartolomé Mitre y otros con (el abogado) Benito Campos Carlés, no recuerdo bien; y yo estaba en otro lado con (Héctor) Magnetto.”

“Recuerdo sus amenazas a mí y a mi hija, recuerdo su mirada, decía que debíamos firmar o perdíamos la vida mi hija o yo, eran amenazas de muerte”, dijo. Y agregó que por esas amenazas “no había opción a que se vendiera Papel Prensa”. Además, la viuda de David Graiver contó que luego de concretar el traspaso, “un señor de Clarín, un abogado de apellido Sofovich, me aconsejó que me fuera del país ese mismo día”. “Me dijeron que me fuera al puerto, que ni siquiera regresara a mi casa, que encargara a alguien que me lleve las cosas, que no volviera más a mi casa y me fuera del país”, agregó.

En marzo de 1977 fue secuestrado Juan Graiver, padre de David Graiver. El 14 de marzo de ese año, días después de oficializarse la venta de las acciones que poseía de la papelera, desapareció ella. Fue secuestrada, trasladada al centro clandestino conocido como Puesto Vasco, donde sufrió torturas. “Desde el primer día que llegué a Puesto Vasco me torturaron y maltrataron más que a nadie –recordó–. Me pegaban, escupían, torturaban y eyaculaban encima, pero preferiría englobar esto en maltrato y no dar más detalles”, apuntó. Ante su pedido, el tribunal ordenó que la prensa dejara la sala para otorgarle a Papaleo la intimidad necesaria para los detalles de tales vejaciones.

Papaleo añadió que en una oportunidad fue sacada de ese sitio para vender las acciones que poseía del diario La Opinión, que se encontraban guardadas en la casa de una familia amiga. Identificó a dos de sus torturadores como Norberto Cozzani y otro de apellido Rojas. De Puesto Vasco, aseguró que fue trasladada a otros centros clandestinos de detención hasta que fue puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y juzgada por un consejo de guerra. “Me amputaron seis años de vida y seis años de la vida de mi hija”, aseguró emocionada en alusión a los años que estuvo presa. Recuperó su libertad el 24 de julio de 1982.

Últimas historias de represión en el microcircuito de La Plata

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Emir Camiletti
El lunes 28 de Mayo, en una nueva audiencia del juicio al Circuito Camps, se confirmó la muerte del represor Alejandro Arias Duval. Además se relataron más secuestros, torturas, violaciones y niños apropiados; historias repletas de amor, tristeza y ansias de justicia. Comienza hoy a reconstruirse los hechos en Puesto Vasco y COTI Martinez.

En el inicio de la audiencia del lunes 28 de Mayo del 2012, pasadas las doce y media del mediodía, el presidente del Tribunal Carlos Rozanzky dio lugar a las partes para brindar informes o pedidos. Allí desde el sector de los abogados defensores, se confirmó el deceso de Alejandro Agustín Arias Duval, uno de los 25 acusados.
Esta audiencia del lunes fue la última que relató el microcircuito que funcionaba en tres centros clandestinos de La Plata: Brigada de Investigaciones ( o “Robos y Hurtos), Pozo de Arana y Comisaría Quinta. A partir del martes comienza a reconstruirse las privaciones ilegítimas de la libertad y las torturas en el Puesto Vasco (Don Bosco, Quilmes) y del Comando de Operaciones Tácticas N° 1 (San Isidro).

La última vez que vió a su compañera fue dentro de una celda con su hija de un mes
Luego fue llamado al estrado el primer testimonio del día. Ricardo Victorino Molina contó que fue detenido el 14 de Abril del 77 en la Ciudad de La Plata y llevado al centro clandestino de detención conocido como “La Cacha”. “Estuve 60 días secuestrado”, resumió Molina para pasar a contar su cautiverio.

El hombre contó que previo a ser secuestrado trabajaba en Kaiser Aluminio “lo que ahora es Aluar”. Fue delegado de la fábrica y miembro de la Comisión Interna. Militaba en la agrupación “Felipe Vallese” que pertenecía a la Juventud Peronista.
Sin entrar todavía en detalle, adelantó directamente que de La Cacha fue trasladado a la Comisaría Octava de La Plata, donde fue puesto como “detenido legal”, es decir que comenzó a estar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, por eso mismo fue llevado luego a la Comisaría Novena, donde llevaban a todos los detenidos en esta condición. “Luego estuve afuera con un año de libertad vigilada, hasta que tuve que exiliarme”.

Durante sus primeros días de cautiverio Molina fue llevado “de visita” a la dependencia de “Robos y Hurtos”, más conocido como la Brigada de investigaciones. “Sólo fui llevado a reconocer a mi hijita”, contó y explicó que durante esas semanas su esposa Liliana Galarza, que también estaba secuestrada, había tenido el parto en otra dependencia policial. La mujer había sido detenida el 20 de Noviembre del 76 en la intersección de las calles 44 y 30. “Liliana está desaparecida”, sentenció, para no dejar un mínimo de misterio en su historia poco feliz. “A quien lideró el operativo en el que me secuestraron lo llamaban ´El Francés´, y él me dijo que a mi compañera la habían asesinado”, recordó.
En dicha visita Molina pudo reencontrarse durante algunos minutos con su pareja. “Estuvimos durante un rato solos dentro de un calabozo con la puerta abierta, y afuera aguardaban algunos uniformados”, Liliana estaba con su hija, María Mercedes Molina de aproximadamente un mes y medio de vida.

Conversaron durante un rato, y Ricardo describió a su compañera: “Liliana estaba muy delgada, pálida y nerviosa, emocionada por habernos cruzado aunque sea durante un tiempito”, María Mercedes había nacido el 3 de Abril, “me dijo que tuvo muchas dificultades en el parto… a posteriori se supo que el parto fue en la cárcel de mujeres de Olmos”. Algunos meses después fue entregada a los abuelos. Muchos años después, en el 2006, durante el juicio al cura Von Wernich “se corroboró que (Liliana Galarza) fue asesinada”, relató Molina.  Tenía 24 años y estudiaba arquitectura.

Historia de una familia de católicos agrícolas
“Quisiera relatar la historia de toda mi familia” comenzó diciendo Jorge Manuel Sartor cuando la querella le preguntó sobre la represión de la dictadura. Relató que eran 10 hermanos y que todos participaban de “cuestiones sociales”. Algunos relacionados a la religión y otros que estaban junto a los movimientos campesinos, “mi padre era miembro de las cooperativas agrícolas y nos había educado con esa solidaridad”, relató. En 1976 comenzaron las persecuciones. Primero hubo un allanamiento  a fines del 76 en la casa de sus padres, en la localidad de Avellaneda, provincia de Santa Fe. Ya en Febrero del año siguiente fue detenido en Reconquista Eduardo Luis Sartor, uno de los hermanos. “Ahí tuve que irme de Goya, donde trabajaba en las Ligas Agrarias.

Quien peor sufrió las consecuencias de la represión fue uno de los hermanos mayores, Héctor José, de 30 años. Era un militante campesino y católico, que trabajaba de camionero, haciendo mudanzas por todo el país, “era guitarrero, organizaba a los chicos y al barrio, era alegre, comprometido con lo que decía”. Luego de verse perseguido en Córdoba, decidió marcharse a Buenos Aires a la casa de una de sus hermanas, pero allí fue secuestrado. “Nunca supimos qué pasó con él”, relataba Jorge con mucha tristeza, y concluyó con un dato: “hubo un testimonio que dijo que en Comisaría Quinta hubo un tal Sartor o Sartori, y él militaba por estos lugares, así que puede ser”.

Dos hermanas secuestradas y torturadas
Luego llegó el relato de Graciela Maffeo que contó cuando fue secuestrada junto a su hermana Analía; posteriormente fue Analía quien dio su propio testimonio sobre el cautiverio. El 6 de Junio del 77 Graciela tenía 19 años y vivía con sus padres en 45 entre 12 y 13; había elegido la misma carrera que su hermana mayor, la arquitectura, y además era bailarina clásica. “No había tenido ningún tipo de militancia política”, aclaró. Por otro lado, Analía tenía 24 años y era la mayor de las hermanas Maffeo, estaba entrando en la etapa final de la carrera de Arquitectura y trabajaba desde 1972 en el Ministerio de economía, durante los primeros años de ese trabajo había comenzado a realizar un trabajo sindical en el gremio “La Bancaria” y en la Juventud Peronista, pero para 1976 ya había abandonado la militancia “porque veía que la situación en el país estaba muy complicada, y tenía compañeros que habían sido asesinados por la Triple A y hasta por el C.N.U”.

Aquel día de otoño platense un grupo de tareas ingresó a la casa de la familia, “tenían armas grandes, y eran 4 o 5 personas, que me preguntaban por mi hermana”, comenzó a relatar Graciela. “Nunca evalué la posibilidad de no darles la dirección”, dijo para explicar la sorpresa del momento y la inocencia de una joven que no estaba involucrada en lo que estaba sucediendo en el país.  Allí dos de las personas se quedaron con ella y el resto fue hasta el departamento de su hermana en 46 entre 8 y 9. Analía cuenta entonces que estaba en su morada y de pronto ingresó “un hombre de pelo canoso, petiso y mediano de gordura”, la detuvieron y en un auto la llevaron a la puerta de la casa de sus padres. Dijo que tenía mucho miedo, pero “ahí se me agregó la culpa, porque vi a mi hermana, que no tenía nada que ver en todo esto”. En su momento, la más joven Maffeo relató que vio la cara que puso Analía al verla: “tenía cara de ´y por qué a vos´”.

Las hermanas fueron tabicadas y llevadas a la Brigada de Investigaciones. Estuvieron algunas horas ahí y fueron trasladadas a “un lugar donde no se escucha ruido de ciudad, pero sí cada tanto un tren, y escuchaba los gritos de la gente torturada”, dijo Graciela, hasta que se dio cuenta que los gritos que escuchaba eran de su hermana que estaba siendo ya torturada: “estuvieron como dos horas, yo escuchaba cómo la ahogaban, escuché todo, y después entraron a mi celda y me dijeron ´ahora te toca a vos´”.

Recién llegada a Arana, Analía (la hermana que había participado del gremio) fue llevada a la sala donde la desnudaron, la acostaron en el elástico de la cama y le aplicaron la picana eléctrica, “me preguntaban por ´el portugués´, mi ex novio, pero yo les decía que él se había ido del país”, contó Analía, y detalló que: “llegué a estar al borde de la muerte, no solo por la picana eléctrica, me ponían una almohada en la cabeza y me la sacaban cuando ya me estaba asfixiando”. También le quemaron el pie izquierdo con cigarrillos. Tiempo después la llevarían nuevamente a la sala, pero la tortura no iba a ser tan cruel como esta.
Por otro lado, cuando Graciela, la bailarina, fue llevada por primera vez a Arana, contó que le ataron un solo brazo a la cama elástica, “se me subían y me pisaban con los borceguíes en la panza… yo contesté todo lo que me preguntaron, pero parece que mi hermana les había dicho lo necesario porque me dejaron”.  Aquí Graciela comenzó a hacer pausas en su relato ante el Tribunal, las partes y el público; tomó agua, pensó y siguió: “con mis 19 años, estar desnuda, rodeada de hombres, y todo eso, no fue fácil”.

Después, encerrada en un calabozo de Arana, los victimarios abrían la puerta con un fuerte golpe cada media hora y allí estaba ella: “vendada, con las manos atadas y muerta de frío”. A veces ingresaban y “había manos que se iban, que tocaban más de lo que correspondía”. Al día siguiente la trasladaron nuevamente a BILP, y a dos cuadras de su casa, la liberaron. “Mis padres al escucharme llegar salieron pensando que nos habían liberado a las dos”, contó y agregó que por consejo de su padre, “no le conté a mamá que nos habían torturado”. Para finalizar su relato, Graciela, la más joven, quien nunca militó, concluyó contando cómo siguió su vida: “Durante muchos años no podía estar a oscuras, además tenía ataques de pánico”, también abandonó la carrera, “no volví más”, dijo.
Por su parte, luego de ser ferozmente torturada en Arana, Amalia fue trasladada nuevamente a BILP por algunos días, y luego a la Comisaría Quinta. Allí relató que estuvo con Blanca Rossini, con Georgina Martinez y con Lidia Fernández. Un día un hombre les dijo que se saquen la venda, y luego de que se negaran, finalmente lo hicieron y quien había ido a hablarles era el cura Christian Von Wernich, quien ante la pregunta de una de ellas de si las iban a matar, dijo: ´quién sabe? Hoy estamos, mañana no´.

Durante otro día de cautiverio en dicha Comisaría, dejaron pasar a dos detenidos que pudieron hablar con ellas y pasarles direcciones adonde ir a avisar a sus familias, si eran liberadas; se trataba de los militantes del PCML  Horacio De la Cuadra y Héctor Baratti. “Otra vez los traen pero “El Tío” (uno de los victimarios calificado como “el bueno”) se queda en el calabozo, pero ellos estaban vendados y nosotros no, así que nos hablaban de todo y nosotras no le contestábamos”, relató Amalia para graficar otra de las metodologías de la represión, “luego los sacaron y los reventaron, se escuchaban los quejidos”.
Finalmente fue trasladada de nuevo a la BILP y liberada luego de 34 días de cautiverio. Al ser preguntada por la “actitud de la dirigencia sindical de ´La Bancaria´ respecto a su detención”, dijo: “nada, no pasó nada”. Y relató que encontró posteriormente un documento del Banco Provincia que “pedía información si en la casa (de las hermanas) había actitudes subversivas”, esto, según Analía, “refleja la complicidad cívico militar”.

Una médica relató los constantes traslados, las torturas y una violación
Georgina Martínez se sentó en el estrado de frente al Tribunal, y luego de acomodar el micrófono comenzó a relatar que antes de que su vida cambie “yo era estudiante del sexto año de medicina y tenía 24 años…militaba en el Partido Comunista Revolucionario y participaba del Centro de Estudiantes de la Facultad”.

Las persecuciones familiares comenzaron el 27 de Junio del 77 cuando su hermano y la esposa fueron detenidos y secuestrados en Tandil. Una semana después, en La Plata, fue “chupado” su cuñado, Jorge Luis Andreani, quien estaba en la puerta del Policlínico, a minutos de rendir su último examen y recibirse de médico.

Fue dos días después, el 7 de Julio, alrededor de las cuatro de la mañana: “yo sabía que algo iba a pasar, y decidí quedarme en mi casa”, explicó. “De pronto escuché los autos, el cierre de sus puertas de manera muy violenta, entraron a mi casa donde estaban mis padres y mi hermano Gabriel, y subieron al primer piso donde estaba yo”. Personal de civil y de fajina la agarraron y, tras el fundamento de “averiguación de antecedentes” la llevaron en un auto a la Brigada de Investigaciones (o también conocido como “Robos y Hurtos”).
En ese lugar pasó la noche y al día siguiente fue trasladada a Arana, “me metieron en una celda muy chiquita de 2 x 3 metros, con una cama de cemento sin colchón y una ventana chica; en ese lugar no había ruidos de ciudad, pero cada tanto se escuchaba el tren, y todas las noches los gritos de los torturados”, detalló Georgina de todo lo que captaron sus sentidos. Pasó alrededor de dos días en “El campito”. Una de esas noches fue desnudada, atada en el elástico y maniatada, sufrió la tortura de la picana eléctrica: “yo solamente nombraba a mis compañeros que ya estaban detenidos: Andreani, Rodolfo Malbrán… estuvieron un rato largo”.

Fue trasladada luego nuevamente hacia BILP durante algunas horas, “luego nos subieron a todos a un celular y vi que pasamos la rotonda de Florencio Varela, y llegamos a un edificio grande, con escaleras metálicas que hacían mucho ruido”, recordó sobre lo que luego creyó que era el Pozo de Quilmes. Estuvo sólo durante una noche y luego fue llevada a la Comisaría Quinta de La Plata.
“Todas las noches, en la Quinta,  nos hacían desnudar, nos ponían contra la pared, nos pasaban armas por la vagina, las piernas, elegían una…hoy me acuerdo que, un día, eligieron a una, se la llevaron y la violaron”, relató y superó el momento más tenso de su relato. Estuvo alrededor de 20 días en ese destacamento policial aún vigente, hasta que el 8 de agosto fue llevada durante algunas horas nuevamente a BILP y de allí liberada.

 La historia de Rubén Fossati e Inés Ortega
Emir Camiletti fue llamado al estrado y preguntado acerca de qué relación tenía con la pareja de desaparecidos Rubén Fossati e Inés Ortega. “A Inés la conozco de niña, tenía tres años menos que yo y era la nieta del bicicletero de mi barrio, en Plaza Castelli”, comenzó ordenadamente Emir. En cambio a Rubén lo conoció años después, “compartimos hermosos momentos en el bachillerato”, relató y explicó que ambos iban a distintos cursos del Colegio Nacional, y mientras uno practicaba rugby en Los Tilos, el otro lo hacía en La Plata.

Algunos años después ambos amigos comenzaron a militar políticamente. Emir lo hizo en la JP,  “en unidades básicas en la zona detrás del cementerio, barrio de Los Hornos”, y Fossati en la Unión de Estudiantes Secundarios.
En el año 75 Fossati debió ingresar al Servicio Militar. Ya en Abril de ese año un operativo de más de 200 efectivos intentó secuestrar a Camiletti en su casa, pero este no estaba allí.  “Allanaron varias casas de la cuadra, y detuvieron a algunos vecinos; mi padre tenía una ferretería de barrio y metieron una camioneta allí y se llevaron todo”, relató, para luego explicar que en ese momento decidió pasar a la clandestinidad. Por su parte, Rubén Fossati se enteró de que también lo estaban buscando y “decidió desertar e irse de la ciudad”.

Algunos años antes, Susana Ortega, hermana gemela de Inés, comenzó una relación con Camiletti: “fuimos novios, y luego ella fue la madre de mis dos hijos”, resumió y agregó el detalle, “nosotros hicimos conocer a Inés y Rubén”… sonrió.
Meses después ambas parejas habían dejado de verse por la intensa persecución represiva, mientras Fossati e Inés vivían en Quilmes, Camiletti y Susana estaban radicando “para el lado de Temperley”.

“Un hecho que todavía no acabo de comprender…”comenzó luego de una pausa, para marcar el antes y el después de lo que sucedió aquel día. “Venía en un autobús desde Capital y de pronto subió Inés, venía hermosa, con una barriga de 7 meses”, se abrazaron y charlaron durante diez minutos, Camiletti le reprochó que se estaban exponiendo demasiado.

Minutos después del encuentro Emir fue hacia Quilmes Oeste a una “cita de control” (reuniones que se realizaban entre compañeros para analizar la situación represiva); “estábamos en un bar comiendo pizza, frente a una ventana que daba a una avenida; de pronto una compañera dice ´¡Ahí vienen Inés y Rubén!´ y de pronto estos comenzaron a correr”, relató Camiletti cual película de superacción. “A Inés la traían agarrada de la cabeza, dos criminales de civil; mientras que Rubén pasó corriendo y lo vimos por la otra ventana de enfrente… de pronto él se paró… estoy seguro que se paró porque Inés ya no venía detrás de él”, dijo ya con una voz apagada. Finalmente a Fossati lo capturaron, los pusieron a ambos en un auto y se los llevaron. Inés tenía 17 años, al igual que Susana; Rubén (Y Emir) tenían 20.

“Esa fue una de las noches más duras”, comenzó así a relatar el después de la peor secuencia de su vida. Su esposa Susana, hermana de Inés, no tardó 24 horas en caer en una profunda depresión, “habían tenido una infancia complicada y cada una de ellas era el punto de apoyo de la otra”, explicó. “Una depresión que marcó su vida, la de mis dos hijos y, obviamente, la mía… nunca más volví a ver a Susana cómo la veía en mis años de noviazgo”.
Al año siguiente nació su primer hija y decidieron ir a vivir al exilio, “la situación no mejoró, sustancialmente; la dificultad de vivir clandestino, de ser autosuficiente, lidiar con todos los intentos de suicidio de Susana, cuidar de la bebé…”.
Algunos testimonios que llegaron a la casa de sus padres contaron que Inés y Rubén estaban detenidos en la Comisaría Quinta, que Inés había tenido a un hijo varón, “que lo tuvo sólo un rato y se lo quitaron y no se lo devolvieron más”.
La desaparición de Rubén Fossati también marcó a su familia, “su padre murió ahímismo, a su mamá le agarró un ACV, y su hermana cayó en una depresión profunda”, reconstruyó Camiletti.

Hoy, a los 56 años, la vida de Emir continúa y tuvo noticias que han logrado aplacar un poco la tristeza. “28 años después del secuestro de ellos tuve una inmensa noticia, viviendo en Venezuela apareció un nieto, hijo de ellos”, relató para contar sobre Leonardo Fossatti Ortega.
“Hoy tengo una inmensa alegría de tenerlo en la familia, para mí es estar con Rubén porque es idéntico, y es como que hablo con Inés, porque tiene su misma parsimonia, su tranquilidad; además disfruto de él como individuo único e irrepetible”, intentó Emir explicar la sensación.

Finalmente dejó una reflexión y una propuesta: “creo que los centros clandestinos de detención deben ser lugares de memoria; que la comisaría quinta deje de ser un lugar que represente la seguridad del estado, y que sea un centro de memoria, porque allí se torturó gente, se robaron niños”, concluyó.

Continúa el esplendor de la impunidad biológica (Comunicado HIJOS .La Plata)

MURIÓ EL GENOCIDA ALEJANDRO ARIAS DUVAL
 
Confirmando tristemente las denuncias que los organismos de Derechos Humanos independientes de la gestión actual venimos haciendo sobre  la situación de impunidad de que gozan los represores de la última dictadura pese a la reapertura de los procesos judiciales en su contra, el pasado viernes falleció impune otro genocida: el coronel del Ejército y ex jefe del Destacamento 101 de Inteligencia ALEJANDRO AGUSTÍN ARIAS DUVAL. Con su muerte quedan impunes cientos de delitos de los CCD Comisaría 5ta y de “La Cacha”, pero principalmente escapa a la justicia la cabeza de mando de la Inteligencia Militar en dictadura en La Plata.
 
Alejandro Arias Duval era Coronel del Ejército Argentino desde el 31/12/75. Con ese grado se desempeñó en el Batallón de Inteligencia 601 hasta el 15/12/76, fecha en la cual fue designado como jefe del Destacamento de Inteligencia 101 en la ciudad de La Plata (calle 55 entre 7  8), dependiente del Comando en Jefe del Ejército, Jefatura II Inteligencia. En su legajo consta que uno de los superiores jerárquicos que calificaban a Arias Duval en el período 75/76 fue el General de División Carlos Guillermo Suárez Mason, titular de la Zona I del Comando del Ejército, del cual dependía la Comisaría 5ta de La Plata. Recién en 1979 pasó a desempeñarse, en comisión, en la Policía Federal en la ciudad de Buenos Aires.
 
Arias Duval era uno de los 26(-1) represores juzgados en el juicio “Circuito Camps” desde septiembre pasado y pese a su alto mando en la estructura represiva, se lo acusaba por sólo los 4 casos de la casa Mariani-Teruggi y 10 casos de secuestros y torturas del CCD Comisaría 5ta: Raúl Abelardo Mingo, Alfredo Pedro Bravo, Héctor Hugo Malnatti Salazar, Mirta Pérez, Elba Nidia Videla de Medrano, Fernando Ernesto Blanco Stradolini, Roberto Rómulo Quispe Herrera, Adolfo Agustín Ramírez, Héctor Ramírez y Eduardo Esteban Mingo.
 
Como prueba de la existencia de los hechos y de su responsabilidad penal se destacó en lo que iba del juicio la relación de Arias Duval, en su carácter de jefe del Destacamento 101 de Inteligencia, con el CCD que funcionó en la Comisaría 5ta de La Plata y, en general, con todo el circuito represivo denominado “Circuito Camps”. Fue probada la vinculación que durante la etapa del terrorismo de Estado tuvo la Policía de la Provincia de Buenos Aires con las Fuerzas Armadas y, en particular, con el Ejército y sus áreas dedicadas a la realización de las tareas de inteligencia realizadas en la llamada “comunidad informativa”, en la que participaban las 3 armas y las policías para realizar seguimientos o bien secuestros y torturas a través de las cuales se extraía información a las víctimas. En el juicio se recordó se recordó que la ciudad de La Plata se hallaba incluida en la órbita del comando de la Zona I , dependiente del Primer Cuerpo del Ejército, subzona 11, que tenía como comando a la Xma Brigada de Infantería y como órgano de inteligencia al Destacamento 101 de La Plata , cuyo máximo responsable, a partir de fines de 1976, fue Alejandro Agustín Arias Duval.  A su vez se mencionó en que está probada la relación existente entre el Destacamento de Inteligencia 101 con el área operacional 113, que tuvo actuación operativa directa en los centros clandestinos de esta ciudad, incluso los que funcionaron en el interior de dependencias de la Policía. Queda claro hoy que si la jefatura del área 113 se encontraba en el Regimiento de Infantería Mecanizada 7 de La Plata , las operaciones de inteligencia tendría que proveerlas el área especializada más cercana orgánica y fácticamente, o sea, el Destacamento de Inteligencia 101 de La Plata que, por lo demás, se hallaba en pleno centro de la ciudad (calle 55 Nro 617/619, e/7 y 8), a pocas cuadras de la Brigada de Investigaciones de La Plata (55 e/13 y 14), de la Comisaría 5ta (diagonal 74 e/23 y 24) y del propio Regimiento 7 (19 e/50 y 54).
 
Por otra parte, se señaló que el derrotero de Arias Duval en el área de inteligencia no comienza con la Jefatura del Destacamento 101, sino que antes de ello prestó funciones en el Batallón de Inteligencia 601, órgano principal de inteligencia del arma Ejército. Esta dependencia funcionó –como todas las áreas de inteligencia de cada comando de zona- como centro de recepción y remisión de información, dependiente de la Jefatura II de Inteligencia del Estado Mayor General del Ejército.
De hecho, el Batallón 601 tenía por debajo de su estructura la llamada Central de Reunión, que tenía a cargo “Grupos de Tareas” que eran periféricos a este y la información que recolectaban se transmitía a la Central y posteriormente al Batallón. Desde allí se organizaban y se implementaban los operativos, comandados por la dependencia de cada zona y se sometía a las personas detenidas a interrogatorios para extraer la mayor cantidad de información.
 
Está claro a esta altura que en nuestra región la “Comunidad Informativa” tuvo uno de sus mayores exponentes, además del Destacamento 101, en la ex Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA). Este organismo tenía un rol protagónico en el esquema represivo del “Circuito Camps” y constituía, sin dudas, uno de los muchos puntos de enlace entre las Fuerzas Armadas  y la policía.
 
El caso del ataque a la casa de la familia Mariani-Teruggi revela a las claras este eslabonamiento entre el aparato represivo del Ejército y de la Policía y, más precisamente, entre sus áreas de inteligencia. Antes del ataque a la casa, el Batallón 601 y por ende sus destacamentos, ya contaban con información previa sobre las víctimas y continuaron actuando sobre el entorno luego del ataque. Pero además se ha acreditado que el Destacamento 101, comandado por Arias Duval, también tuvo una intrínseca relación con el sistema de centros clandestinos de detención que operaba en la zona (como los de la Brigada , el Destacamento de Arana, la comisaría 5ta de La Plata y La Cacha) para, en propias definiciones, “neutralizar y aniquilar al oponente”, que eran “todas las organizaciones o elementos integrados en ellas existentes en el país o que pudiera surgir del proceso que de cualquier forma se opongan a la toma del poder y/o obstaculicen el normal desenvolvimiento del gobierno militar a establecer”.

Para entender el peso de la acción del genocida Arial Duval, cabe decir que la función de las unidades de inteligencia militar, a cargo del Destacamento de Inteligencia 101,  fue diseñar y controlar el accionar represivo, seleccionando blancos, determinando el orden de los detenidos, asignándoles un destino de acuerdo a un patrón operacional y planificar la continuidad en el tiempo y el terreno de la actividad contrainsurgente. Este accionar no era improvisado ni espontáneo, se enmarcaba estrictamente en Reglamentos, Normas, Manuales y Órdenes de combate de las Fuerzas Armadas. En el organigrama interno del Destacamento de Inteligencia 101 estaba establecida la figura del jefe, cargo que era ejercido por un coronel o teniente coronel; del 2do jefe, un teniente coronel o mayor y que a su vez significa el ejercicio de la jefatura del estado mayor; y luego los jefes de cada sección (Reunión interior, Grupo de Actividades Especiales, Central de Reunión, y Logística), cargo que ocupaban capitanes o tenientes primeros.
 
En la investigación sobre “La Cacha” que elevó a juicio el Juez Humberto Blanco en marzo pasado, figuran 18 represores imputados por 127 casos de secuestros, torturas y homicidios y 3 apropiaciones. Las principales imputaciones, junto con agentes de la Armada, el SPB y sus jefes políticos, corresponden a integrantes de las distintas secciones del Destacamento 101 e incluían a su jefe, Arias Duval. Esto quiere decir que una de las cabezas máximas de la inteligencia militar en la zona no será parte del próximo juicio que se realizará en La Plata el año que viene, porque pasó a integrar la irreversible cifra de 302 represores muertos impunes desde la caída de las leyes de impunidad.
 
Si el ejemplo de Rodolfo Walsh nos supo decir que las FFAA no eran “el fiel de la balanza entre ‘violencias de distintos signos’ ni el árbitro justo entre ‘dos terrorismos’, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte”, podemos decir en este caso que la muerte impune de tantos genocidas, último eslabón en una larga cadena de evasiones de la justicia, sigue inclinando el fiel de la balanza hacia la impunidad: 302 genocidas muertos impunes vs. 289 condenados.
Arias Duval quedará en la historia como uno de los genocidas que proporcionó a la estructura represiva clandestina los medios necesarios para cumplir con sus propósitos, o lo que los franceses tan bien enseñaron a sus alumnos locales: su aparato de inteligencia.
 
HIJOS LA PLATA
 
www.hijosprensa.blogspot.com

lunes, 28 de mayo de 2012

Murió represor Arias Duval quien estaba siendo acusado por torturas y apropiación de bebés



El Coronel retirado Alejandro Agustín Arias Duval murió el pasado 25 de Mayo en la Ciudad de Buenos Aires. Duval estaba siendo procesado en el juicio al Circuito Camps en La Plata, acusado de más de 100 casos de privación ilegal de la libertad, torturas y apropiación de niños.

Alejandro Arias Duval, de 80 años, era uno de los represores que durante los últimos años continuaba generando discordias, ya que, según denuncian desde organismos de derechos humanos, fue “padre ideológico y operativo de toda una generación de oficiales jefes que rodeaban al “Fino” Palacios en la Policía Metropolitana”.

Su actuación durante la dictadura fue preponderante en el Destacamento de Inteligencia 101, dependiente del Regimiento 7, ubicado en 19 entre 50 y 54 de La Plata y que era la jefatura de la denominada Area Operacional 113 del Cuerpo I de Ejército.

Según el Tribunal Federal Criminal N° 1 que lleva a cabo el juicio a 25 represores, el Destacamento de Inteligencia 101 “prestó un apoyo imprescindible en la implementación y desarrollo de la represión clandestina” (…)”Los titulares de las dependencias militares de inteligencia -tal el caso del imputado Arias Duval- no sólo estaban al tanto del plan de represión ilegal que se cernía sobre esta región y el resto del país, sino que el área que dirigían era un eje fundamental en la estructura criminal organizada” (…) “El Destacamento 101 contribuyó sin dudas a aumentar la capacidad ofensiva del aparato organizado de poder en el que se hallaba inserto y del cual constituyó un eslabón indispensable”.
Por otro lado, desde la página web de otra organización política se relata que Arias Duval fue “un represor trágicamente eficiente que durante la dictadura intervino “Coordinación Federal” y usó los archivos de la fuerza para perpetrar la cacería de militantes revolucionarios y combatientes armados desde 1976″.

Comenzó su carrera en el Destacamento de Inteligencia 101, con jurisdicción en La Plata, y también paseó sus métodos por Entre Ríos, Misiones y Corrientes.Luego cumplió tareas en la Comisaría Quinta de La Plata. Arias Duval está acusado de la sustracción de José Sabino Abdala, de 2 años y 8 meses, y de María Eugenia Gatica Caracoche, de 13 meses, ambos restituídos posteriormente a sus familias; y de Ana Libertad Baratti de la Cuadra y Leonardo Fossatti Ortega, estos últimos nacidos en la comisaría quinta.
De los 26 represores que se comenzaron a juzgar en Septiembre en el marco del juicio al Circuito Camps, en la Ciudad de La Plata, con Arias Duval ya son 2 los genocidas que mueren en libertad durante el proceso acusatorio, ya que en Febrero murió el ex comisario Rubén Paez.

Arias Duval había sido detenido en noviembre del 2006 y puesto bajo arresto domiciliario en su casa de la localidad de Del Viso, Pilar

Los abusos y las torturas en el relato de tres mujeres secuestradas

Testimoniaron dos hermanas y una mujer secuestradas en 1977. También habló el tío de un bebé apropiado y recuperado que presenció el secuestro de los padres de la criatura.
La testigo Analía Maffeo en el juicio por el Circuito Camps
Por Pablo Roesler
proesler@gmail.com
 
“Llegué a estar al borde de la muerte en el momento en el que me asfixiaban con una almohada. Sentí la muerte de cerca en dos o tres oportunidades, porque ellos se daban cuenta cuándo debían sacarme la almohada mientras me torturaban”. El recuerdo pertenece a Analía Maffeo, quien en 1977 fue detenida junto a su hermana Graciela Maffeo. Las mujeres dieron su testimonio en el juicio por el denominado Circuito Camps junto a otros cuatro testigos quienes contaron sus secuestros y el de sus familiares en una nueva audiencia del juicio en la que también informaron que murió otro represor.

Entre los testigos habló Graciela Martínez, quien contó que junto con sus compañeras de detención sufrió abusos sexuales en la comisaría Quinta y recordó que una de ellas fue violada. También habló el cuñado de Inés Ortega y amigo de Rubén Fossati, padres de Leonardo, el joven nacido en la cocina de la comisaría Quinta, apropiado y recuperado veintiocho años después, cuyo caso y el de sus padres está siendo juzgado en el debate.

En tanto, en la audiencia de este martes declarará Lidia Papaleo en el inicio de los testimonios por los secuestros y torturas cometidos en el centro Puesto Vasco. También está citado Rafael Ianover, ex vicepresidente y accionista de Papel Prensa, empresa que fue despojada a la familia Graiver durante la dictadura cívico militar.

El 6 de julio de 1977 Graciela Maffeo tenía 19 años y estaba en su casa de 46 entre 8 y 9, donde vivía con sus padres, preparando una entrega para el día siguiente en la facultad de arquitectura. En ese momento, una patota irrumpió buscando a su hermana, que vivía a pocas cuadras del lugar. Pocos minutos después se la llevaron en un auto a ella y en otro a Analía, de 24 años, también estudiante de arquitectura, trabajadora del Banco Provincia y ex militante de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), a quien habían ido a buscar a su monoambiente de 45 y 8.

Las hermanas fueron llevadas al centro clandestino de detención que funcionó en la Brigada de Investigaciones de La Plata (BILP) de 55 entre 13 y 14, y luego al destacamento de Arana, donde la mayor fue brutalmente torturada con picana, asfixiada, golpeada y quemada con cigarrillos en los pies. “Dos horas duró la tortura de mi hermana. Yo escuché los gritos desgarradores de ella. Por momentos había silencios y por momentos se oía que la asfixiaban”, recordó Graciela.

La mujer recordó que tras esa sesión, la llevaron a ella a la sala de torturas, donde no le aplicaron picana, pero sí la desnudaron y se le pararon con los borceguíes sobre el estómago. La mujer resaltó que lo peor de la tortura fue encontrarse con 19 años desnuda con los ojos vendados frente a un grupo de hombres y recordó que en los dos días que estuvo en ese centro clandestino de Arana la obligaron a bañarse sólo para verla desnuda.

“En un momento me hicieron bañar. Me hicieron desvestir en mi celda. En esa época yo usaba tacos muy altos y caminé en ropa interior hasta el baño. Yo veía por debajo de la venda los borcegos, por lo que pienso que estaban mirando. Me bañé con agua fría y me dieron un trapo de piso para secarme”, relató la mujer, que ese mismo día fue llevada a la Brigada y liberada.

Su hermana, en cambio, volvió a ser torturada nuevamente y permaneció detenida desaparecida durante 34 días, la mayoría de ellos en la comisaría Quinta, donde compartió cautiverio con otras cinco mujeres, entre ellas Georgina Martínez, quien declaró en la misma audiencia del juicio. En esa seccional recordó que vio al cura Christian Von Wernich que las obligó a quitarse la venda.

Antes de ser liberada contó que fue llevada a la Brigada de Investigaciones, donde la encerraron en una celda. De esa dependencia identificó a dos guardias por su apodo: “El paisano” y “El Lagarto”. De ese último dijo que la abusó sexualmente. “Ese tipo una noche entró a mi celda y me manoseó. Me negué y la verdad que tuve suerte, porque sé que otras compañeras no la tuvieron”, contó. Analía Maffeo fue liberada el 8 de agosto de 1977.

Graciela Martínez tenía 24 años, cursaba sexto año de la carrera de medicina y militaba en el PCR cuando el 7 de junio de 1977 fue secuestrada de su casa a la madrugada, dos días después que a su cuñado y once días más tarde que a su hermano y su cuñada. La mujer fue llevada a la Brigada y luego a Arana, donde “era peor escuchar los gritos y los llantos de otra gente que la propia tortura”, contó.

La mujer contó que fue encerrada por tres semanas en la comisaría Quinta, donde compartió cautiverio con otras mujeres. En ese lugar, recordó, “todas las noches nos ponían contra la pared, nos hacían desnudar y elegían”. La testigo contó que, desnudas y con los ojos vendados, los uniformados las abusaban apoyándoles el arma en los genitales y recordó una violación que su memoria había optado por resguardar. “Un día eligieron a una compañera. Hasta el día de hoy no me acordaba, pero hoy me acordé: la violaron”, relató la mujer.

Martínez contó que fue liberada el 8 de agosto y que poco después (“no sé cómo hice”, dijo) se recibió y se exilió durante dos años en Venezuela.

Otros testigos. La audiencia comenzó con la declaración de Ricardo Victorino Molina, padre de una beba nacida en cautiverio en la Brigada de Investigaciones a quien lo llevaron a conocerla mientras estaba detenido desaparecido en La Cacha.

El testigo contó que fue secuestrado el 14 de abril de 1977 y llevado al centro clandestino de detención que funcionó en Olmos donde estuvo sesenta días antes de ser “blanqueado” y detenido en la Unidad Penal Nº9 durante un año, luego liberado y exiliado.

Durante esos dos meses que permaneció desaparecido en las viejas instalaciones de radio provincia, Molina fue retirado por un represor identificado con el apodo de “El Francés”, quien lo llevó a la Brigada a que conociera a su hija recién nacida en ese otro centro clandestino.

“A la Brigada fui una vez a conocer a una hijita mía que nació ahí ya que su mamá, Liliana Galarza, estaba ahí”, contó y recordó que pudo verlas a ambas en una pequeña pieza durante seis o siete minutos tras los cuales lo llevaron nuevamente a La Cacha.

Liliana Galarza permanece desaparecida, pero su hija María Eugenia Molina Galarza, fue entregada a sus abuelos. El 8 de mayo pasado, la joven declaró en el juicio y contó que su madre fue detenida en noviembre de 1976 cuando estaba embarazada.

Recordó que en su partida de nacimiento figura nacida en la Brigada de Investigaciones de La Plata, donde permaneció hasta los seis meses cuando fue restituida a su familia y que en ese período fue bautizada por el capellán de la policía el cura torturador Christian Von Wernich.

También declararon en la audiencia de ayer Emir Camiletti, que recordó el secuestro de Inés Ortega y Rubén Fossati, y Jorge Manuel Sator, quien contó sobre el secuestro de su hermano Héctor José.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Santiago Laborde relató su vida como hijo de padres secuestrados: discriminación, amenazas y orgullo

 Santiago Agustín Laborde es el hijo de Adriana Calvo y Miguel Ángel Laborde. Tenía un año y medio cuando, el 4 de Febrero del 77, él estaba con su madre y una patota se la llevó a ella, mientras que a él lo dejaron con unos vecinos, que se lo dieron al papá. “Yo tomo conocimiento de esta historia a los 8 años y nos contaron un domingo a la mañana sentados en la cama como podían contarlo a un chico de 8 años…y yo de ahí fui a la escuela e hice una encuesta de que les parecía lo que habían hecho los militares, solo uno me dijo que eran unos hijos de puta….el resto no sabia…fue muy incomodo ser minoría, no me vergüenza, siempre he estado muy orgulloso de mis padres”, comenzó relatando Santiago de sus padres, ambos sobrevivientes.

Adriana Calvo fue una de los testimonios más importantes del Circuito Camps desde la restauración de la democracia; fundó la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos, y tenía una memoria ejemplar en cuanto a los lugares que visitó y a las personas que vio. Falleció en el 2010.

Prosiguió relatando las particularidades que se vivían en su casa: “mis papas se levantaban a la noche a los gritos con pesadillas…cuando se enteraba la gente te miraban distinto… sé lo que es tener un teléfono intervenido y era raro explicar porqué teníamos un policía en la puerta…había amenazas de bomba en la casa de mi abuela paterna y materna”. También tuvieron amenazas luego de la desaparición de López en el 2006. “Unos días después (de la desaparición) fueron a lo de mi mamá, pero no estaba… también a mi ex novia con un llamado telefónico donde le dijeron ´cuidate o te va a pasar lo mismo que Adrianita´.

“Me da bronca que hayan pasado 30 años para hacer justicia, una justicia después de tanto tiempo no se si se puede llamar justicia…ojalá que los hijos y nietos los vayan a visitar a la cárcel, que es donde tienen que estar…porque han hecho mucho daño no solo a mi sino a todo el país”.

La secuestraron cuando estaba amamantando a su hijo de 7 días

En 1977 Amalia Chambo se encontraba viviendo en City Bell con su marido, tenía un hijo y estaba embarazada, por esos momentos pensaba volver a La Plata para atenderse, y “estaba reestableciéndome para volver a Necochea”, pero el 7 de Febrero cayó la patota en su casa. “Yo estaba amamantando a  Juan Pablo que ya tenía 7 días, me hicieron dejar el bebé, gracias a dios”, comenzó relatando Chambo. “Me dijeron que eran de las Fuerzas Conjuntas,  me llevaron en un Torino blanco”. Relató además que la tabicaron y esposaron, y que llegaron a un lugar en La Plata con un garaje, y la llevaron  a un calabozo con otras tres personas.

“Todos los días nos pedían los nombres, yo estaba con Alesosky, Corona, Patricia de Simons… siempre con maltrato, amenazas”, explicó. Contó además que Patricia la ayudó mucho, la contuvo, no se conocían pero ambas eran de Necochea. Luego apareció Pablo Mainer, con quien se habían criado  juntos en City Bell. Relató allí que un día este compañero le consiguió un sacaleches porque se le estaba produciendo mastitis (un término médico que se refiere a la inflamación de la glándula mamaria, que en los peores casos puede llevar a la muerte).

Relató además que desde allí se escuchaban las torturas, “un día trajeron a alguien y lo colgaron, porque yo escuchaba bájenme!´”, explicó. Y contó que escuchó una conversación de los represores que los custodiaban: “a mi mujer la cagué a palos, a mis hijos también, me estoy volviendo  un animal”, relató Amalia que fueron las palabras de sus victimarios, y agregó “entre ellos, la violencia crecía”.

Un día, Amalia y otros cautivos fueron metidos en bolsas de papa arriba de un auto: “ese día no nos dejaron tomar agua y nos llevaron a un  campito”, comenzó esta parte del relato. “Cuando llegamos me bajaron y había una radio muy fuerte como tapando los sonidos de tortura, me  hicieron entrar a un lugar esposada y tabicada…yo estaba muy segura de lo que soy y lo que no…cuando el que me iba a interrogar me dijo ´vamos a zarandearla un rato´, yo por debajo de la venda veía los cables y escuchaba los ruidos, me estaban quitando la ropa, me preguntaron por  qué estaba sangrando…yo le dije que ellos sabían porqué, porque había tenido un hijo…yo le dije que me digan la causa (de porqué estaba secuestrada)…me dijeron que yo era la jefa de sanidad de montoneros, yo le dije de dónde lo sacaron, me nombraron gente que yo conocía de la facultad…yo seguía con mi postura, me dijeron que me estaban grabando y que si yo decía algo diferente a lo que había dicho, me mataban ahí  nomás…me preguntaron por la prima de mi ex marido, Graciela Sagues, yo le dije que si la conocía, me preguntaban por Uchanscky y de mi ex  marido…yo le dije que estaba cumpliendo guardia en la costa…me siguen acusando, me empezaron a hablar del Derecho, de Kelsen y la Teoría  Pura…bueno le dije ´si vos sos tan hombre de hacer algo con relación a quien es inocente…´, ahí dice ´dame  el arma´ …y ahí me dice ´pará,  pará, qué dijiste?´…yo lo repito…ahí dejaron de torturarme físicamente, yo deliraba, hablaba de derecho y ética…me torturaron toda la vida  psíquicamente”, así fue el relato tortuoso de Amalia en el Campo de Arana.

Luego fue nuevamente trasladada al Centro Clandestino anterior, y varios de sus compañeros de cautiverio ya no estaban. “Un día me llevaron a una  especie de patio, me amenazaron y me golpearon bastante”, allí cuenta que escuchó que la golpeaban en el oído a Claudia o Silvia Favero (“la hermana del músico”), y por lo que ella misma decía, estaba hecha “una morcilla” por los golpes.” Finalmente un día de mucha lluvia la llevaron hasta Plaza Italia y la liberaron.

lunes, 21 de mayo de 2012

El secuestro de un sindicalista de YPF y la complicidad del SUPE

Los hijos del gremialista peronista Jorge Reydó recordaron su captura en 1977 y apuntaron a la complicidad de las autoridades del SUPE con la dictadura. También declararon la hija y la madre de una desaparecida.

Los hijos de un dirigente gremial de YPF desaparecido recordaron su secuestro en una nueva audiencia del juicio por el Circuito Camps en la que señalaron la complicidad de la conducción del Sindicato Unificado de Petroleros del Estado (SUPE) de ese entonces. La hija contó que supo dónde había estado detenido cuando a finales de la dictadura por casualidad entabló conversación en un micro con un compañero de cautiverio de su papá. En la audiencia de hoy también declararon la hija y la madre de la desaparecida Gabriela Quesada, a quien le permitieron ver a su familia mientras estaba en cautiverio

“Los que lo habían entregado a mi padre eran los gremios, utilizando por intermedio el accionar de los gremios y de las fuerzas conjuntas”, dijo el hijo del gremialista desaparecido Jorge Reydó en la audiencia del debate que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 realiza a 25 represores en la ex Amia de 4 entre 51 y 53, por crímenes de lesa humanidad cometidos contra 280 víctimas.

El hombre, en primer lugar, y su hermana, Adriana Reydó, luego, contaron que su padre, el trabajador de YPF Jorge Reydó, de 44 años, fue secuestrado el 20 de mayo de 1977 en la casa en la que vivían, en 30 entre 45 y 46. Contaron que supieron que el hombre estuvo detenido en la Brigada de Investigaciones de La Plata (en 55 entre 13 y 14), que luego fue trasladado al BIM 3, en 52 y 122, y finalmente trasladado a La Cacha.

“Mi padre era sindicalista de YPF y a su vez era un viejo militante de la Juventud Peronista. Esto quiere decir que su secuestro se vinculó con todo su trabajo gremial tanto como con el partido peronista de La Plata y Berisso”, contó su hijo Jorge Reydó, quien declaró en primer lugar.

El hombre resaltó que él estaba en tercer año del Colegio San Cayetano y que su hermana, un año menor, estaba en el Colegio Santa María de Jesús, cuando a las 11.30 de ese día un amplio operativo de fuerzas conjuntas irrumpió en su casa y que un vecino corrió a la escuela a avisarle.

Cuando llegó vio el operativo: “Vi un camión del Ejército en la esquina de mi casa y autos de civil en el frente. Vi el momento en que retiran a mi padre de mi casa”, recordó.

El hombre resaltó que quienes se llevaron a su padre registraron toda la casa y que también se llevaron “la libreta peronista de mi padre, su DNI, la credencial de YPF, los anillos y el reloj”, relató.

Por eso no dudó en vincular el secuestro con su actividad. Contó que su padre bregaba por que se instalaran cuatro turnos de 6 horas, para terminar con los turnos de ocho impuestos en el gobierno de Lanusse. Y marcó que su padre estaba enfrentado con el SUPE que era conducido por Diego Ibáñez y Omar Piumbara, con lo cual “tenía graves disidencias que lo han llevado a tener graves incidentes”.

LA AMENAZA. Adriana Reydó contó a los jueces del tribunal que el día del secuestro ella volvía del colegio cuando vio pasar cinco autos por la calle. Recordó que había notado que algo había ocurrido cuando vio un coche cruzado en la calle.

“Había un Torino celeste, o azul, que iba tercero, y veo un forcejeo en el que veo el pelo de mi padre y el suéter color crema que él tenía”, recordó la mujer. Dijo que inmediatamente comenzaron a buscar a su padre y que varios años después, su madre “tuvo en el año 81 un encuentro con Diego Ibañez que era secretario general de SUPE La Plata”.

“Fue en la calle 41 entre 6 y 7, y nos pidió que no lo buscáramos más porque podía ser peligroso. Yo intervine, porque estaba presente, y tuve un entredicho bastante fuerte con Ibáñez, y me dijo que me iba a pasar lo mismo que a mi padre”, recordó la mujer.

Y contó: “Dos meses después fui abordada en la calle regresando a mi casa por un camión del Ejército. Me gritaron ‘alto Ejército’, bajaron dos personas, me pusieron contra la pared, me arrancaron un aro, me golpearon con algo muy fuerte y yo grité... y un grupo de estudiantes que estaba en la esquina vino corriendo y estas personas se fueron”.

EL ENCUENTRO. Según pudieron saber los Reydó, su padre estuvo en la Brigada de Investigaciones de La Plata por dos testimonios. Uno fue el del hermano del desaparecido, que era policía y le había comentado a su familia que lo había visto en esa dependencia de la Bonaerense. Otro fue un sobreviviente que Adriana Reydó conoció por casualidad.

“A fines del ’82, volviendo de Buenos Aires en un ómnibus Río de La Plata yo me senté al lado de un hombre que tenía cicatrices. Recuerdo que lo miraba, hasta que le pregunté si él había estado detenido. Y me dijo que si”, contó la mujer en la audiencia.

Contó que comenzaron a charlar con mucha prudencia. “Su nombre era Luis Lascano, que tenía una imprenta (…) y cuando le pregunto donde había estado, me dijo que en la Brigada de Investigaciones”, relató. Y agregó: “Me contó que tenía compañeros de cautiverio. Y yo le pregunté quiénes eran. Nombró dos o tres personas que no recuerdo el nombre, pero sí recuerdo que dijo Raúl Reydó. Y me dijo: ‘era un gremialista de SUPE’”.

De esa forma la familia supo del cautiverio de Reydó. “Yo no podía creerlo. Me dijo que estuvo con mi padre hasta julio del ’77 (…) Le pregunté si mi padre estaría vivo. Me dijo en lo particular de Reydó, no sabía, porque a él le aplicaban la picana cinco veces por semana”. “Cuando nos bajamos yo recién me presenté y le dije quien era –recordó Adriana Reydó-. Tuvo que sentarse en el borde de la vereda. Y le pedí que fuera a hablar con mi madre, que era muy importante”.

OTROS TESTIGOS. En la audiencia de también declararon la sobreviviente de la Brigada de Investigaciones de La Plata, Amalia Cecilia Chambó, y la hija y la madre de la desaparecida Gabriela Quesada, a quien le permitieron ver a su familia mientras estaba en cautiverio. En el último turno declaró la sobreviviente Blanca Noemí Rossini, secuestrada el 7 de julio de 1977 en su casa de Gonnet.
Por Pablo Roesler - pabloroesler@gmail.com