miércoles, 21 de diciembre de 2011

El drama familiar durante la dictadura en toda su magnitud

“Todo esto comenzó un 21 de septiembre de 1976”, dijo la testigo Alicia Carminati al comenzar a hablar en el juicio por el Circuito Camps, y quizá sin pretenderlo dejó claro que el horror de la dictadura es también parte del presente. La mujer fue secuestrada cuando tenía 20 años y fue torturada en Arana frente a su padre, para que el hombre dijera dónde estaba su hijo menor. Pero los traumas no quedaron en la sala de torturas. Poco después de ser liberada en plaza Moreno, Alicia se radicó en Capital Federal y luego escapó a Australia, donde aún vive. En la misma audiencia también declararon José María Noviello, quien desde su exilio nunca había logrado volver a pisar La Plata; y el ex policía Julio César López del Pino, a quien un tartamudeo y una familia desarmada le recuerdan a diario el secuestro y la tortura a manos de sus camaradas de la bonaerense de Ramón Camps.
Los dos primeros testigos recordaron su paso por el centro clandestino de detención que funcionó en el destacamento de Arana. El segundo contó que colaboró con el abogado secuestrado en la Unidad Regional de La Plata (donde hoy funciona la Departamental local) llevándole información a su familia, lo que le costó dos meses de cautiverio y tortura en el Pozo de Banfield. En su relato, el ex uniformado señaló a dos imputados en este proceso: el ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura James Lamont Smart, y el jefe policial Carlos “El Oso” García. También develó que en la comisaría de la mujer ubicada frente a la estación de trenes funcionó una “guardería” de hijos de desaparecidos.
Luego de un cuarto intermedio de dos semanas, las audiencias retomaron ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N º 1 (TOF1), que juzga el accionar de 26 represores, ex policías y ex militares, entre los que se encuentran el ex comisario Miguel Etchecolatz, el médico Jorge Bergés y –por primera vez– a un civil con rango de ministro durante la dictadura.
La primera en hablar fue Carminati, quien fue secuestrada el 24 de septiembre de 1976 en la casa de sus tíos, donde se había escondido luego de que la patota allanara su casa, unos días antes, en busca de su hermano Jorge. “Intenté huir por los fondos de la casa, pero mi tía me sostuvo de un codo y me sacó a la calle adonde estaban los tipos que me buscaban”, recordó.
Estuvo cautiva en el destacamento de Arana donde la torturaron delaten de su padre. “Me torturaban para que él hablara y dijera dónde estaba mi hermano”, recordó, y el horror le impidió dar detalles.
Su periplo continuó junto a su padre en el pozo de Banfield, donde estuvo con “los chicos de lo que se llamo La Noche de los Lápices y otra gente”, y desde allí fueron trasladados para ser liberados en la Plaza Moreno. Poco tiempo después, escapó de los fantasmas de la dictadura y se instaló en Sidney, Australia, donde todavía vive.

EXILIO. José María Noviello trabajaba en la librería Libraco, que funcionaba en 6 entre 45 y 46, cuando fue detenido el 9 de octubre de 1976.
Los siguientes diez días estuvo detenido en Arana, donde fue brutalmente torturado y reconoció a Marlene Kegler Krug, una joven militante de la Juventud Guevarista, a quien vio a la cara cuando luego de una sesión de tortura sus secuestradores los enfrentaron y les quitaron las vendas de los ojos.
Esa fue la última imagen de su compañera de militancia que permanece desaparecida.
La de Noviello fue su primera declaración en un juicio oral. Ya había aportado lo que sabía a la causa 13 que condenó en 1985 a los comandantes, pero en esa oportunidad lo hizo a través de un exhorto desde Canadá, donde se exilió luego de ser liberado de la Unidad 9 en el año 81 y donde todavía vive. Fue, también, la primera vez que pisó al país después de mucho tiempo.
“Yo estuve en Arana en un período muy particular, desde el 9 hasta el 20 de octubre. En ese período escuché muchos gritos de dolor de mujeres. No lo puedo afirmar, pero creo que había más mujeres que hombres”, recordó Noviello.
Luego, el hombre fue trasladado al pozo de Banfield, donde se encontró con Graciela Pernas, hija de Emilio, el dueño de la librería donde él trabajaba y que se habían convertido en una familia luego de su llegada a la ciudad desde Tierra del Fuego, donde vivían sus padres. También se encontró allí con el sobreviviente de la noche de los lápices Pablo Días. También estuvo con Walter Docters y Gustavo Calotti.
El periplo de Noviello terminó en la Unidad 9, de donde fue liberado en 1981. En noviembre de ese mismo año se exilió en Canadá, donde todavía vive.

EL OSO Y EL MINISTRO. Julio César López del Pino era un aspirante a agente cuando en 1978 fue secuestrado por policías en la Unidad Regional, la central de policía ubicada en 12, entre 60 y 61, donde actualmente funciona la Departamental La Plata. Dos días antes lo habían convocado a declarar a los tribunales de San Isidro por la desaparición del abogado Rodolfo Gutiérrez, quien había sido capturado el 4 de febrero de ese año.
En su declaración, López de Pino señaló al jefe del comando Radioeléctrico de la Policía, Carlos “Oso” García, y al titular de la Unidad Regional, Juan Fiorillo, como quienes estaban presentes cuando lo secuestraron. A García, además, lo acusó de ser parte de “la patota”, a la que definió como “un grupo de 7 u 8 personas que se encargaba de hacer allanamientos, las detenciones. También de torturar”.
López de Pino fue detenido por colaborar con el abogado Gutiérrez. En su declaración contó que lo conoció en abril del 78, cuando el letrado estaba detenido en la Unidad Regional.
Tras incumplir la prohibición de la zona de exclusión para los agentes de la Unidad, López de Pino violó todas las reglas policiales del momento para ayudar a ese detenido y además de llevarle agua o alimentos se convirtió en correo de cartas entre el hombre y su familia.
En esos contactos que mantenía durante sus guardias nocturnas, Gutiérrez habría señalado al ministro de Gobierno de la dictadura. “Decía que Smart tenía una enemistad con él”, recordó el ex policía ante los jueces. Y aseguró que el abogado le confesó que el ministro “no podía estar ajeno de lo que le estaba sucediendo”.
En octubre de ese año, López de Pino declaró en los tribunales de San Isidro por la situación de Gutiérrez. Eso le costó el horror: estuvo 63 días secuestrado en el Pozo de Banfield. Lo torturaron brutalmente, pero no le preguntaban nada, recordó. Simplemente lo consideraban “traidor”, dijo.
Tras ser liberado, López de Pino se escondió en el sur del país, donde vivió en la clandestinidad hasta 1984. Desde entonces, siempre que pudo declaró. Y a las Abuelas de Plaza de Mayo les contó que cuando trabajaba en la Unidad Regional, entre 1977 y 1978, lo mandaban a hacer tareas de limpieza a la Unidad Femenina, de 1, entre 42 y 43, donde hoy funciona la comisaría de la Mujer, donde dijo que vio niños. “Con el tiempo nos fuimos dando cuenta que eran hijos de subversivos desaparecidos”, contó. Y entre los nenes logró identificar a Sabino Abdala, un joven apropiado que recuperó su identidad en 1993.
El testigo contó que durante la dictadura perdió todo.
-¿Le quedaron secuelas? -le preguntaron en la audiencia.
-La tartamudés que tengo, la familia que perdí… -replicó con tristeza.

Pablo Roesler

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