jueves, 29 de diciembre de 2011

A 34 años del secuestro de María Asunción Artigas

La lucha constante por la justicia

María Asunción Artigas estaba embarazada de dos meses cuando la secuestraron junto a su marido, Alfredo Moyano, el 30 de diciembre de 1977. Los llevaron al Pozo de Banfield. Por su estado de gravidez, los represores la mantuvieron con vida hasta el nacimiento de su hija. En los meses que pasó en el centro clandestino de detención del llamado Circuito Camps, mientras su embarazo avanzaba, la pusieron a limpiar las celdas y repartir la comida a los otros secuestrados. Esa condición, sumada a su carácter, la convirtieron en una figura clave para los prisioneros que pasaron por aquel centro clandestino.

“La conocí a través de la pared. Estábamos en celdas individuales, tabicadas, y el primer gesto de Mari fue enseñarme a hablar con un código de golpes. Me dijo que me iban a dar un alambrecito para que pudiera abrirme las esposas. Yo tenía miedo, pero ella insistió toda la noche hasta que me convenció que se podía hacer, y así empezamos a comunicarnos con los presos que estaban en la misma parte que nosotras”, recordó Adriana Chamorro, sobreviviente del Pozo de Banfield, en vísperas de que se cumplieran 36 años del secuestro.

Chamorro y su ex marido Eduardo Corro son los únicos sobrevivientes uruguayos del Pozo de Banfield. Desde Canadá, donde hoy reside, Chamorro la recuerda como “vital, peleadora hasta el último día”. “De nuestro lado había un compañero que tenía asma. Un día, con una crisis, lo sacaron de la celda y lo esposaron a los radiadores del pasillo. Quedó tirado, ahogándose. Mari, desde atrás de mi calabozo, empezó a reclamar que no lo dejáramos ahí, que teníamos que hacer algo para que lo viera María Antonia, que era otra presa que era médica, y tuvo la idea de hacer una gran jarreo contra las puertas, hasta que la trajeron a María Antonia para que lo atendiera. Era muy valiente, había pocas cosas que la frenaran si ella creía que era lo justo.”

Eduardo contó cómo María Asunción organizó a las detenidas contra el acoso sexual de los guardias. “Había un clima pesado con las compañeras y ella fue hablando con cada uno de nosotros cuando nos llevó la comida, y todos estuvimos de acuerdo en apoyar que lo denunciaran. El tema llegó a un oficial, y a partir de ahí cesaron las intimidaciones. Para nosotros fue algo muy importante porque en el chupadero éramos nadie, y vimos cómo aun en las condiciones más difíciles se podía mantener la dignidad”.

Tras el nacimiento de su hija Victoria –que fue apropiada por el hermano de Oscar Penna, jefe de la Brigada de San Justo, y recuperaría su identidad diez años más tarde–, la suerte de María Asunción quedó sellada. Todo indica que habría sido parte de un traslado grande, eufemismo con el que se designaban los asesinatos de los detenidos, en octubre de 1978, fecha desde la que permanece desaparecida.

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