martes, 22 de noviembre de 2011

El horror del Destacamento de Arana

“Vides me dio una sesión de picana eléctrica por placer”
 Walter Docters y otros cuatro testigos recordaron el horror del Destacamento de Arana

Walter Docters
Cinco testigos declararon ayer en el juicio por el Circuito Camps que lleva adelante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 de La Plata y reconstruyeron lo que fue el horror del destacamento de cuatrerismo de Arana. Los testigos Walter Docters y Gustavo Calotti integraron un grupo de detenidos desaparecidos de la Bonaerense y recordaron su paso por ese centro clandestino de detención donde compartieron cautiverio con los desaparecidos de la Noche de Los Lápices. También hablaron ante los jueces las psicólogas Cristina Gil y Mónica Furman, quienes permanecieron un día y medio detenidas en ese lugar junto a un grupo de colegas y doctores, en lo que las ex detenidas desaparecidas denominaron “La noche de los psicólogos y los médicos”. Además, testimonió Hugo Skarbum, que recordó que lo picanearon con más saña cuando supieron que era judío y colaboraba en el Max Nordau.
En el juicio por el Circuito Camps, que se sustancia en el ex teatro de la Amia, en 4 entre 51 y 53, Docters recordó que fue secuestrado el 17 de septiembre de 1976 junto a su primo y que fue trasladado a Arana, donde compartió cautiverio con el bombero de Policía Osvaldo Busetto, el empleado de Tesorería de la Jefatura de Policía Calotti y el oficial inspector Esteban Badell.
Docters contó que trabajaba en la escuela de suboficiales de la Policía y  fue detenido cuando iba a tomar el micro para ir al trabajo. Contó que fue trasladado directamente a Arana, donde al llegar lo desvistieron y lo ataron acostado en un elástico y lo torturaron con picana.
También recordó que tras permanecer unos días detenido lo lavaron, lo vistieron y lo llevaron a la Jefatura de Policía: “Entré a una habitación que estaba toda rodeada de policías de civil y estaban mi padre, mi madre y mi hermano. Yo había entrado por una puerta y por otra entró el comisario (Miguel Osvaldo) Etchecolatz, que lo miró a mi padre y le dijo: ‘viste que está vivo. ¿no me vas a joder más ahora?’. Y se fue”, relató.
Fue devuelto a Arana, donde el comisario Luis “El Lobo” Vides lo estaba esperando: “‘Soy el comisario Vides y te vengo a decir que terminó la visita’, me dijo. Y me dio una sesión de picana eléctrica sin preguntarme nada; por placer”, recordó.
Los interrogatorios –en los que continuamente le aplicaban picana, golpes, submarino húmedo y seco– se extendieron unos días más hasta que fue trasladado al pozo de Banfield, donde tras permanecer unas horas fue devuelto a Arana.
“Ahí tuve contacto con los otros secuestrados que trabajaban en la Policía de la provincia de Buenos Aires. Las preguntas giraban sobre el grado de coordinación que teníamos”, contó. Y recordó que los represores “hablaban aparte”, con Busetto, que había sido baleado en 7 y 54 cuando intentó escapar de una emboscada, por lo que había sido operado en el Hospital Naval y permanecido detenido en el BIM3 de Ensenada antes de ser trasladado a Arana.
Recordó que con Busetto y Esteban Badell, los tres fueron colgados de los brazos y el cuello en una especie de alero del Destacamento, donde el segundo murió ahorcado. Más tarde supo, además, que al hermano de Badell, Julio, lo habían arrojado desde una ventana del tercer piso de la Jefatura de Policía. 
Docters fue finalmente trasladado a la brigada de investigaciones de Quilmes con Busetto. “Allí me reencontré con Calotti, con Víctor Treviño y otros”, recordó.
Para no olvidar a nadie, durante la audiencia Docters leyó una lista de alrededor de 30 personas con las que compartió cautiverio, entre quienes estaban los chicos desaparecidos en La Noche de los Lápices, el dueño del periódico La Voz de Solano, Santiago Servín, y otros.
Recordó que en Arana escuchó a un chico que había sido secuestrado junto a su padre y que lo hacían presenciar las torturas. También supo de una mujer embarazada y escuchó fusilamientos.
“Arana era un centro de exterminio, un lugar en el que estábamos esperando el momento que nos maten”, describió el centro en el que permaneció hasta el 7 de octubre, aproximadamente, cuando fue llevado a Quilmes. Su periplo ilegal culminó en la comisaría Tercera de Lanús, donde fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Permaneció encarcelado hasta 1983.


Calotti: “La situación en Arana era de terror”

Gustavo Calotti tenía 17 años, estaba en quinto año del Colegio Nacional y trabajaba en Tesorería de la Jefatura de Policía cuando el 8 de septiembre de 1976 su jefe, el comisario Ordinas, lo llamó a su oficina, donde lo estaba esperando con el comisario Luis Vides.
“A Vides no lo conocía. Me pregunta qué sabía, dónde militaba y me dice: ‘yo te voy a masticar todo y vamos a ver qué sabes’”. Tras esa reunión estuvo dos horas detenido allí y luego fue trasladado a Arana, donde comenzó el horror.
“En la tortura estaba Vides. Me torturaba con saña”, recordó.  Y agregó: “La tortura con golpes y picana se prolongó durante diez días; para ellos era un traidor”. Allí se encontró con los estudiantes de La Noche de Los Lápices, con el paraguayo Servin y otros detenidos, entre ellos los policías. “Todos habíamos sido torturados. La situación en Arana era de terror”, contó. Y recordó: “Uno escuchaba una mescla de gritos de los torturadores, de los torturados y la descarga eléctrica en la radio a todo volumen. Era dantesco”. De ese lugar fue llevado al pozo de Quilmes donde su madre lo visitó por un permiso de Etchecolatz. Fue legalizado en Lanús el 28 de diciembre y trasladado a la Unidad 9, de donde salió en el 1979.

La noche de los psicólogos y los médicos en Arana

Cristina Gil y Mónica Furman eran colegas y amigas cuando el 19 de agosto fueron secuestradas, cada una en su casa, en el marco de un operativo en el que la Policía capturó un grupo de psicólogos y médicos que fueron llevados a Arana. Todo el grupo estuvo alrededor de treinta y seis horas detenidos y fueron golpeados y robados por las patotas que irrumpieron en sus domicilios.
La psicóloga Gil fue la primera en testimoniar en la audiencia de ayer ante los jueces Carlos Rozanski, Mario Portela y Roberto Falcone, en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el circuito Camps.
Gil recordó que estaba durmiendo “y –dijo– me desperté con seis o siete personas apuntándome con ametralladoras”.
El padre de la mujer era retirado del Ejército y rápidamente entró en contacto con ex compañeros que lo ayudaron a buscar el destino de su hija.
Gil recordó: “Al primer lugar al que me llevaron fue a 55, entre 13 y 14. Yo me enteré que fui a ese lugar porque después se lo confirmaron a mi papá”, contó. Allí la identificaron y luego la llevaron a Arana.
“Me hicieron escuchar torturas y me decían que yo iba a pasar por eso, que era terrible”, recordó. Y agregó: “Escuchaba gritos terribles, era como la antesala del infierno”.
La mujer recordó que las fuerzas de seguridad buscaban a una mujer, Diana Conte, con quien ella y su amiga Furman habían compartido el trabajo en cátedras de psicología de la Facultad de Humanidades de La UNLP.
Sobre ella le preguntaron quienes la interrogaron con algunos golpes y bajo hostigamientos e insultos constantes.
Tras el interrogatorio fue llevada a un lugar donde estuvo con otras personas. Allí reconoció a su amiga, y otras psicólogas Alicia Palmero y Marta de Albarracín, los médicos Salvioli y González, y el psiquiatra Galac.
“Yo la he llamado la noche de los psicólogos y los médicos; creo que todos fuimos secuestrados esa misma noche”, recordó. La mujer fue liberada cerca de Olmos.
Su amiga, Mónica Furman, fue secuestrada esa misma noche y ayer recordó todo en el juicio por el Circuito Camps.
Contó que ella también fue interrogada con especial énfasis sobre Conte, identificó a los mismos detenidos que su amiga y recordó el horror de ese centro clandestino de detención.
“Era un lugar de violencia y de terror. Yo sentí temor desde el mismo momento en que entraron en mi casa”, narró.
Fue liberada junto con González y otros dos hombres luego de permanecer más de treinta horas detenida. “Hasta que no sentí que el auto arrancaba, pensé que nos mataban”, recordó.

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